Capítulo III

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Se que te preguntaras si volví a ver al chico de hermosos ojos, pero no. No por el momento.

Desde aquel día en que toda aquella escena del tragaluz sucedió ya había pasado un días, y no había vuelto a verlo a el, a pesar de todos mis intentos de mirar por las ventanas hacia la calle, no logre verlo ni una sola vez. Mi mamá lo interpretó como que yo estaba aburrida así que me obligó prácticamente a que saliera a dar una vuelta.

-¡Enserio Danielle! Ya sal, si quieres salir. Desde ayer has estado mirando hacia afuera como si estuvieras desesperada- antes de darme cuenta ya había abierto la puerta sin decirme más- Solo recuerda llegar antes de la hora del desayuno necesitamos hablar sobre tu escuela.

-Ah! Si... Ya no me acordaba, regreso antes de las 10 am!!! Bye- tome una pequeña mochila y cerré la puerta antes de poder oír su adiós.

Caminé por un momento solo alrededor de la colonia, y presté atención especial en el lugar en el que el había estado parado y traté de repetir sus acciones mirando hacia donde el lo había hecho. Pero me sorprendió darme cuenta de que no podía ver gran cosa más que el techo, mi traga luz, y unas cuantas ventanas contando la más grande del ático, así que quedé profundamente confundida con lo que el estuviera viendo en aquel momento. Y tomando en cuenta que ni siquiera había visto dónde se fue tras la despedida, no podía estar segura que viviera cerca de mi casa.

Mi casa... Comencé a pensar en lo raro que eso sonaba estando en un lugar completamente desconocido. Y así poco a poco fui saliendo más hacia la ciudad fuera de mi pequeña jaula para aves. Deje atrás las calles en las que apenas había caminado unas pocas veces, las que formaban parte de la colonia, y comencé a caminar por la ciclopista que se encuentra sobre la avenida principal hacia la ciudad. En el camino iba disfrutando de la preciosa vista y olor de los árboles del pequeño bosque que tenía a mi izquierda y la tranquila calle a mi derecha, creeme que si hubiera querido podría haberme quedado dormida en ella.

De repente, a una distancia un poco más lejana me encontré con un sendero que atravesaba por el bosque, por un momento pensé en seguir mi camino ya que no todas las escenas de bosque en las película terminan precisamente bien, pero lucía muy iluminado y limpio el camino así que decidí indicar hacia donde me llevaba. Mientras más caminaba, más me iba maravillando con el paisaje así que saqué mi cámara de la mochila y comencé a apuntar mi cámara y disparar capturando las zonas que más me habían hipnotizado.

Al llegar al final del sendero había un acantilado cercado con pequeñas tablas de madera color carmesí y en aquel espacio se encontraba una banca de madera del mismo color. Al mirar el panorama me resultaba demasiado extraño no encontrarme con el radiante azul del mar que estaba acostumbrada a ver, y en lugar de eso mis ojos se toparon con una ciudad bastante llena de vegetación, casas y edificios un poco más lejos; el cielo de esta mañana era lila y rosa pastel, me pareció un tono inusual para una manan de agosto, pero combinaba a la perfección de una u otra manera con las hojas verdes, rojas, moradas y naranjas de las flores y árboles, volví a sacar tomar mi cámara y tomé tantas fotos me fueron suficientes y luego gire para tomar una última del sendero por el que había subido. Posteriormente revise la hora en mi celular.

-Joder!! Ya son las 9:40!!- debí de haber pasado más tiempo fuera de lo que me imaginaba.

El camino de regreso se me hizo más pesado quizás por las botas que llevaba puestas, por lo bien que me la había pasado y no quería regresar, o quizás porque llegando hablaría sobre mi nueva escuela con mi mamá.

-Ya estoy de regreso!- grité cuando llegue a casa y vi salir a mi mamá de la cocina con una charola llena de waffles- Vaya mamá te luciste! Pero solo somos dos personas, no necesitabas hacer waffles para un ejército.

Rompecabezas de CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora