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Podía sentir como los dedos de mis manos estaban a punto de enterrarse en mis palmas. No he dejado de cerrar mis puños por un largo tiempo. Y ya conseguía a escuchar la sangre empezar a brotar de ellas; no era la sensación más agradable, pero es que Kirk me estaba pidiendo a gritos que lo sacara a golpes de esta habitación.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Crowell, confundido y atormentado por las estupideces que Kirk le estaba escupiendo—. ¿Por qué hablas de mi padre como si lo conocieras?

Jamás fuera imaginado que esto estuviera sucediendo. Esta no era la manera en que los chicos y yo esperábamos que Crowell se enterara sobre su padre. Ni siquiera nosotros habíamos podido encontrar una manera precisa para hacerlo, pero es que podría resultar complicado explicarle a alguien que su padre fue una persona muy importante para esta preparatoria, para un equipo al cual Crowell no aprecia mucho. Ya sabemos que Arthur Crowell fue uno de los mejores jugadores de las ballenas blancas, pero eso no lo sabe Crowell.

—¡Como siempre los Crowell, siendo tan ingenuos! —chistó Kirk, bebiendo un sorbo de la cerveza que tiene en sus manos—. Ojalá pudiera creerte, pero no soy tan estúpido. ¿Quién no podría saber lo que hizo su propio padre en la preparatoria?

No estoy dispuesto a seguir tolerando la actitud de Kirk, sabiendo que él es la peor persona en la faz de la tierra. Simplemente va más allá de lo normal, de lo creíble, pero estaba sobrepasando el límite de mi tolerancia. Ya sé que yo no he sido la mejor versión de mí mismo en estos últimos años, pero Kirk cree que puede venir y decir cosas falsas sobre mí.

—¡Cállate, Kirk! —le grité—. ¡No tienes por qué venir aquí y decir todas esas estupideces!

Kirk me miró con ese rostro estúpido de siempre, ese rostro que ignora todo el daño que le está causando a Crowell. Y, su terrible manera de tratarme es todo por el título de mariscal de campo que él piensa que le robaré. No hay nada que robarle a Kirk, pero no piensa de la misma manera que los demás y sus fantasiosas teorías dicen que el entrenador Clarence tiene favoritismo hacía mí, sin saber que, si me quedo con el título, es porque me lo he ganado por mi propia cuenta. Ojalá él se diera cuenta de lo estúpido que se ve, ignorando mis palabras y la de los demás.

—Pero es que no es ninguna estupidez —chistó Kirk, terminando la cerveza—. ¿Acaso yo alguna vez les he mentido?

—¡Kirk, será mejor que te vayas! —exclamó Bennett, dejándole en claro que estaba molesto también—. No queremos que continúes con todas estas tonterías, ¿OK?

—Y será mejor que dejes de entrometerte en cualquier asunto que esté relacionado con Crowell, ¿entendiste, Kirk? —replicó Larry.

—¡Vaya! ¡Qué sorpresa me he llevado! —chilló Kirk, sorprendido—. Pues, por lo que puedo ver ya tienes personas que te defiendan, Crowell. Las necesitarás en el futuro, así que guarda mis palabras en tu memoria.

Wayless ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora