- 33 -

36 5 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El corazón me comenzó a latir muy fuerte, incrementando la velocidad cada vez más rápido. Me sentía indefenso, y por un instante, se sintió una sensación extraña que fue recorriendo todo mi cuerpo, de extremo a extremo. No podía describir como me sentía físicamente, pero mis manos y mis piernas no deseaban reaccionar a mis ordenes en este instante.

Los sonidos se mezclaban en mis oídos, creando una distracción errónea en mi cabeza. En ciertas ocasiones, podía escuchar que alguien gritaba mi nombre, pero se perdía en cientos de alaridos que se iban y que regresan por momentos.

—¡Eleazar! —escuché gritar a alguien cerca de mí, agitando mi cuerpo de manera brusca.

La voz se disipaba en un murmuro que se iba incrementando, a medida que a mi cuerpo lo continuaban sacudiendo. Era como si intentaran sacarme del lugar en donde me encontraba ahora mismo; perdido en alguna clase de abismo.

Mis parpados comenzaban a pesar toneladas, impidiendo que pudiera abrir mis ojos al primer intento, pero todo lo que hacía, resultaba inútil. Estaba empezando a enojarme conmigo mismo, con mi propio cuerpo por no querer reaccionar a mis órdenes. Sabía que si lo continuaba intentando podría llegar a abrir los ojos, por lo que busqué y utilicé todas mis fuerzas.

Mis ojos se fueron abriendo poco a poco.

—¡Ya abrió los ojos! —exclamó de nuevo la voz.

Lo único que mis ojos conseguían a distinguir eran las rendijas de mi casco de futbol.

Centenares de voces se escuchaban por todas partes, pero todavía no podía encontrar de donde provenían. No podía concebir si aún me encontraba en este mundo, y sentía esa sensación de perdición mental, en donde piensas cualquier tontería y todo tu cerebro piensa que es verdadero y empieza a engañarte, poco a poco.

—¡Ayúdalo a levantarse del suelo! —gritó alguien.

Rápidamente, unas manos sujetaron los costados de mi cuerpo, intentando levantarme del suelo, pero lo único que pudieron conseguir fue sentarme sobre el campo. Me apoyé sobre el césped con mis manos, ya que comenzó a faltarme el aire y aunque intenté quitar mi casco, no lo pude hacer. Alguien lo desabrochó y lo quitó de mi cabeza rápidamente. Mi cabello estaba mojado por el sudor y cayó por encima de mi rostro. Lo aparté con mis manos y alcé la vista hacia adelante. Todo el equipo estaba rodeándome, y me miraban de todas las maneras posibles.

—¡Eleazar! —exclamó el entrenador Clarence, arrodillándose frente a mi—. ¿Te encuentras bien, Eleazar?

Sentí como sus manos sujetaban mi rostro, examinándolo exhaustivamente.

Escupí el protector bucal que se había desprendido de mi casco e intenté hablarle al entrenador, pero me resultó un poco complicado al principio.

—¡Traigan a los paramédicos, rápido!

Los paramédicos del estadio llegaron rápidamente y comenzaron a hacerme todos los análisis respectivos, pero no encontraron nada grave en mi cuerpo. A pesar de todo lo que ellos dijeron, yo podía sentir un fuerte dolor en mi costado derecho, a la altura de mis costillas. Sabía muy bien que era lo que estaba sintiendo, ya lo había podido sentir antes. Era posiblemente una costilla rota o una fractura leve en alguna de ellas, pero no podía decir nada. Necesitaba poder continuar con el juego, sea como sea y esto no lo iba a impedir, por lo que no comenté nada a nadie y seguí con el camino que llevaba el juego.

Wayless ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora