Capítulo √9

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Si hay algo que a Carolina Martínez le guste más que el desorden y la comida, creo que eso serían los conejos.

Me sorprendo ante la cantidad de objetos con decoración de conejo que ella posee, desde lápices hasta libretas. Incluso tiene garabatos muy buenos de conejos en sus libretas, y a pesar que acabo de conocerla, me preocupo por su salud mental.

Ella mira hacia el vacío mientras muerde su lápiz mientras me muerdo la lengua para suplicarle que deje de hacer eso. Después de todo, desde que llegué lo único que he hecho es acomodar sus papeles y ordenar su mochila mientras ella garabatea algo en su libreta.

Carolina lanza su lápiz a la mesa frustrada mientras frunce el ceño, hace una mueca con su boca. Me doy cuenta que los libros y el plan de estudios que tiene están en el olvido y más que nada parece garabatear palabras sin sentido.

—Disculpa, pero ¿qué estás haciendo? —le pregunto confundido.

—¿No es obvio? —me pregunta con una ceja arqueada—. Pienso en un nombre de equipo, tal vez si me ayudarás podría decidirme por uno.

La observo atónito mientras ella me muestra los posibles nombres que garabatea en su libreta, no me sorprendo al notar que muchos tienen la palabra "Conejo" en ellos, nada supera mi sorpresa al notar que llevo diez minutos sentado y lo único que ha hecho esta chica es perder el tiempo.

—Estoy fuera, al demonio —digo agarrando mis cosas y ella ladea la cabeza.

—¿No te gustan? Puedes darme ideas —me dice algo nerviosa.

—No me importa el estúpido nombre del equipo —le digo molesto y ella frunce el ceño.

—Dioses, relajate un poco —me dice haciendo una mueca—. Tanta tensión que percibo en ti va a ser que explotes.

En momentos así, lo más cordial sería guardar la compostura, ya que estoy en una biblioteca, pero en quince minutos, Carolina Martínez ha llegado a mi límite.

—¡¿Cómo me voy a relajar si eres un desastre?! —le pregunto un desastre y pongo mi mochila sobre mi hombro. No tengo que soportar esto, no tengo que soportarla a ella.

—Wow —dice ella riendo detrás de mí—. Eso fue fácil.

—¿Qué? —le pregunto volteandome indignado.

—Hacer que te rindas, fue bastante sencillo —dice ella con una sonrisa satisfecha.

—¿Querías qué me rindiera?

—Claro, no quiero participar este año pero no tengo una verdadera excusa para decirle que no a la escuela y luego estoy una apuesta que estoy segura que terminaré perdiendo así que... —Ella hace una mueca moviendo la cabeza a los lados.—Si no tenía pareja no participaba, si no participaba me ahorraba problemas. —Ella aprieta los labios y me mira incrédula antes de cruzarse de brazos.— Debo decir que ni siquiera lo intenté, fue demasiado sencillo.

—¿A qué te refieres? —Oh, esta mujer ahora hiere mi orgullo.

—Que eres un cobarde que se da por vencido demasiado rápido y hacer que te rindieras conmigo fue la cosa más sencilla que he hecho en toda mi vida —me dice con su mano en su cadera con una sonrisa arrogante.

Sé que me provoca. Sé que lo hace, juega con mi cabeza, recurre al chantaje y a la psicología inversa para manipularme y que me quede. Si me voy le pruebo que tiene razón, si me quedo hago lo que quiere. Es inteligente y usa su cabeza para el mal... Creo que ahora la respeto.

—Usted, señorita Martínez, es malévola —le digo señalándola y ella se sienta en la mesa, paciente.

Me tiene en una encrucijada, por un lado ella puede estar diciendo la verdad y el hecho de que me vaya le ahorra muchos problemas, cosa que me haría quedarme, solo para molestarla. Pero si me voy, le probaría que tiene razón sobre mí, algo que, por alguna razón, me parece insoportable.

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