¿No es hermosa?
Verla desde mi asiento me hace sonreír como un bobo, su cabello largo y lacio, como un río de chocolate, y su piel, morena clara, un color encantador. Todo se ve hermoso en ella, sus ojos, su nariz, su sonrisa...
—¡Señor Calderón! —exclama la maestra haciendo que salga de mi burbuja.
—Eh, presente —contesto confundido y escucho a todos reír.
—¿Ya regresó de su viaje de la luna? —me pregunta la maestra Silvia, es nuestra profesora de cálculo y, según casi todos, es el demonio encarnado.
Me quedo mirando a la maestra dudando cuando tocan la puerta, ella va a abrirla y se revela a una chica despeinada aún con el cabello mojado en la puerta pidiendo entrar con el aliento entrecortado.
—Señorita Martínez, su clase extra es a la siguiente hora —le dice la maestra en tono serio.
—¿Significa que llegué temprano? —pregunta la chica con una gran sonrisa y suelta un aullido de emoción—. Iré a comer.
Todos en la clase comienzan a reír mientras no evitó rodar los ojos, se nota que no tiene ni una pizca de responsabilidad y estoy casi seguro que su suéter tiene una mancha de salsa, lo que me deja con dos opciones, o va a volver a comer o usó el mismo suéter que ayer. Es difícil determinar que opción es más desagradable, quiero decir, ¿comer antes de una clase? ¿Acaso quieres que tus apuntes huelan a burrito?
La chica se va y la profesora continúa con su clase, pero la siento desconcentrada, como si algo realmente le estresara. Cierta actitud me desconcierta, como maestra es su deber estar completamente concentrada en la clase para dar su mejor potencial y lograr que aprendamos.
La clase termina y empiezo a guardar mis cosas mientras hago un cálculo mental sobre si me da tiempo de ir al baño. Estoy decidiendo que sí puedo ir cuando la profesora me llama para que me acerque.
Bueno, tendré que esperar otra hora.
—¿Si, profesora? —le pregunto acercándome.
—¿Sabes lo que es el Cerebratón? —me pregunta la maestra y me abstengo de preguntar si es alguna pregunta sarcástica.
—No, profesora —contesto desconcertado y ella me da un volante color verde.
—Es el concurso anual entre escuelas de conocimientos —me contesta señalando el volante—. La escuela lleva una racha de dos años seguidos donde salimos victoriosos en todas las categorías y este año tenemos un equipo arrasador.
—¿Por qué me cuenta esto? —pregunto retrocediendo un paso.
—Porque nuestra mayor esperanza no tiene compañero para competir —me contesta con una mueca—. ¡Pero tú podrías ser perfecto! Tu dedicación a los estudios podría lograr que seas un buen respaldo.
—¿Me está pidiendo que me inscriba al concurso con alguien que no tiene amigos para pedirle el favor? —pregunto arqueando una ceja.
—Su compañera usual no tiene tiempo para dedicarse al concurso —contesta la profesora algo nerviosa.
—Yo tampoco —contesto regresandole el volante.
—Mire, parte de los premios es una beca de cien por ciento en cualquiera de las universidades que patrocinan el concurso —dice la profesora negando que le regresando el volante—. Además, te darán un lote de libros.
—Tentador, pero paso —contesto firme dejando el volante en el escritorio—. Los concursos no son lo mío.
—Solo considerelo —me pide ofreciéndome el volante de nuevo—, tiene hasta el viernes para darme respuesta.
Suspiro cansado y agarro el volante al ver su cara preocupada, sintiera que casi me ruega para que forme parte del concurso y eso me hace sentir un tanto culpable que ni siquiera lo considere. Además, nunca hay que ganarse el desprecio de una maestra.
—No le prometo nada —contesto agarrando el volante y ella sonríe.
—Muchas gracias, señor Calderón —me dice y salgo de allí cuando una chica se para enfrente de mí.
Retrocedo algo asustado por la sorpresa pero sonrío como bobo al notar que es Liz, la chica más hermosa del mundo.
—Hola Iván —me dice sonriendo y señala hacia atrás con su mano algo tímida—. ¿Vamos juntos a clase?
—Ah, claro —balbuceo de pronto muy nervioso, empezamos a caminar uno a lado del otro cuando ella se percata de mi volante.
—¿Qué es eso? —me pregunta y me quita el volante.
—Oh, es para un concurso que la profesora Silvia quiere que participe —contesto quitándole importancia y ella me mira de reojo con los ojo brillando y una sonrisa astuta.
—Oh, el Celebratón —dice ella entusiasmada—. Deberías sentirte honrado, no invitan a cualquiera.
—¿En serio? ¿Tú participas?
—Oh no, tenía una amiga que fue invitada al concurso —contesta ella regresandome el volante—. Es un concurso muy increíble, deberías participar.
—No creo que los concursos sean lo mío —comento con una mueca aunque algo extrañado por la sonrisa que me está dedicando.
—¿Me dejan pasar? —pregunta la voz de una chica en una especie de cortesía con rudeza, volteo a verla y veo que es pálida, tiene ojos alargados y oscuros, parece enojada y su cabello rizado y oscuro está atado en una coleta—. Por favor.
—Claro, Angélica —dice Liz en un intento de sonar amable pero me percato de una tension entre ambas, algo incómodo, supongo que algo de chicas.
La chica rueda los ojos y pasa enfrente de nosotros dando pasos firmes, volteo a ver Liz, la cual por un segundo tiene una mirada perdida hacia la nada y luego cambia completamente para verme sonriendo.
—Arrasarías con todos en ese concurso —me dice desconcertandome por un segundo hasta que recuerdo de lo que hablábamos, ella toca mi brazo mientras siento que todo mi ser manda alarmas—. Quiero decir, todos se sentirían intimidados por Iván Calderón.
—¿Tú crees? —pregunto riendo nervioso y ella me toma una mano.
—Con todo mi ser —contesta segura y llegamos al salón, ella me suelta y se une a sus amigas donde cuando camino hacia mi asiento escucho risas y siento miradas sobre mí.
Me siento viendo el volante y luego a Liz, la cual voltea a verme con una pequeña sonrisa y me saluda. Yo la saludo con una sonrisa boba, es lo más cerca que he estado a coquetear con ella en meses y fue porque fui invitado a un concurso, miro al volante decidido.
Después de todo, siempre hay una primera vez para todo.
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IVARO
Teen FictionUna propiedad de la materia es que dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar, por lo tanto es lógico que todo tenga su lugar en el mundo, ¿no? Bueno, entonces empiezan a entenderme un poco. Soy Iván, un chico ordenado, unos dirían que estoy obsesi...