Capítulo 3!

49 7 20
                                    

Caro.

Va a colmar con mi paciencia.

Una cosa es evitar a Sebastián en... Bueno, todos lados, y otra muy diferente es evitarlo cuando llega a mi casa sobornando a mi madre con pasteles.

—¡Están deliciosos, Sebastián! —dice mi madre sonriendo mientras come su segundo trozo de pastel.

Yo me quedo sentada de brazos cruzados mientras mi celular no deja de vibrar, supongo que es Iván mandándome mensajes mientras trata de no enloquecer.

—Madre, tengo que llegar a la escuela, hoy es la primera ronda del Cerebraton —le digo con voz suave.

—Oh, tranquilo, yo podría llevarte —dice Sebastián sonriendo con esa sonrisa cautivadora con la que se gana a todos—, después de todo voy para allá.

—Eso sería espléndido, ¿no crees, Caro? —me pregunta mi madre y yo sonrío forzosamente.

Sebastián sabe que estoy atrapada, sabe que si gana a mi madre, me tiene entre la espada y la pared. A esto yo lo llamo juego sucio.

—Deja llamo a la escuela para que no me esperen —comento riendo falsamente y me paro de la mesa apretando mi celular.

Marco el número de Iván sin pensarlo dos veces, de seguro es el único que realmente me está esperando.

—¡Carolina! —exclama aliviado cuando contesta—. Creí que no llegarías, dime que ya vienes.

—De hecho, surgió una emergencia que debo atender —comento disgustada—. Te alcanzaré allá, lo prometo.

—Carolina no me dejes solo, te necesito —dice él en tono dramático y luego se aclara la garganta—. Quiero decir, eres la experta aquí y me siento perdido.

—Estarás bien, Ivancito —bromeo mientras me sorprendo la facilidad con la que ese chico entra en pánico.

Nota mental: llevarlo a algún lado para que se relaje.

Cuelgo la llamada y veo detrás de mí donde Sebastián me mira sonriente mientras sostiene en sus manos un plato con un trozo de pastel. Ruedo los ojos y camino molesta hacia él quitándole el plato de mala gana.

Si no puedes contra ellos, uneteles.

Unos veinte minutos después estamos en su auto en silencio mientras siento la tensión entre ambos. Se ve que él quiere iniciar una conversación, pero no sabe cómo. Las palabras nunca son lo suyo.

—Te ves hermosa —me dice de repente.

—Gracias —respondo cortante sin dejar de ver por la ventana con los brazos cruzados.

Lo escucho suspirar frustrado, sé que esto es agotador para él, también lo es para mí. Pero nadie le dice que se aferre a lo imposible.

—Te extraño —dice él y yo bufo molesta, pero no digo nada. Él sigue manejando en silencio por la ciudad.

Lo miro de reojo, se ve decaído, triste, aunque con Sebastián Barraza nunca se sabe realmente. Fue algo que aprendí el año pasado. Su cabello negro ondulado, esa piel pálida, sus ojos cafés, cara marcada como un ángel, es un chico hermoso. Eso hace que confíe menos en él.

—Es que aún no lo entiendo —me dice Sebastián de repente—. Creeme, lo he intentado por meses y no hallo una explicación lógica, ¿por qué terminaste conmigo?

—Hay preguntas cuyas respuestas no valen la pena —contesto apretando los labios y él suspira cansado.

—No me rendiré contigo —me promete.

IVARODonde viven las historias. Descúbrelo ahora