; cuatro;

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"Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora."

—Federico García Lorca.

—Quiero escapar—dice Dan.

  Están acomodados en el sillón, Phil recargado contra el brazo y Dan en su sitio habitual. El pelinegro levanta la vista de su computadora para verlo con el ceño fruncido.

—¿Uh?—deja la computadora de lado y se muerde el labio inferior.

—Quiero irme—repite Dan, y quita la vista de la ventana para posarla en Phil—. Quiero irme lejos.

  El mayor le da una pequeña sonrisa.

—¿A dónde?—y eso lo pone a pensar un poco, porque todo el mundo se le está viniendo encima, y la conversación de hace años con Adrian le sigue dando vueltas en la cabeza desde esa noche frente a su casa y todo se vuelve demasiado como para seguir viviendo en Londres más tiempo.

—A donde sea, Phil, quiero ir. Quiero irme.

  El pelinegro baja la mirada, se remueve un poco en su lugar e intenta aguantar las lágrimas.

—¿Cuánto tiempo quieres irte?—pregunta, y Dan quiere creer que sabe qué está pensando Phil, pero realmente no tiene idea. 

—Mucho, no quiero volver hasta que todo se calme.

—¿No piensas irte para siempre?—la voz de su amigo suena aliviada y Dan solo puede deducir que Phil estaba pensando en que él hablaba del suicidio.

  Ha intentado no hacerlo desde esa noche, con el calor de Phil entre sus brazos y el corazón contra las costillas, ha intentado no hacerlo.

—No, no. No quiero. Quiero irme, pero quiero volver, pero no quiero estar aquí ahora.

  Phil sonríe y asiente, y parece que se alista para dejar a Dan ir.

—Llévame a Japón—Dan dice, antes de arrepentirse, y toma la mano de Phil para intentar sentir su calor y recordarse que está tomando una pésima decisión con la mejor persona del mundo—. Llévame a Japón y ámame un poco, Phil.

  Los ojos azules de su amigo se llenan de confusión, pero asiente temblorosamente y agarra su computadora de nuevo. Dan lo ve abrir una página para comprar boletos de avión y fruncir el ceño.

—Hay unos para el próximo lunes—dice—. Puede que eso sirva, llamaré a Martyn para que cuide la casa unos meses y...

—Esos son para mañana—dice Dan, acomodándose cerca al pelinegro con la excusa de ver la pantalla de la computadora—. Podemos pagarlos, ¿no? 

  Phil hace cuentas mentales.

—Sí, supongo que podemos, ¿pero no es muy apresurado todo esto...?

  Dan no escucha, nunca escucha. Y no deja a Phil terminar cuando ya está dando click a la opción de comprar y empieza a llenar los datos bancarios.

  Sabe que el pelinegro lo está mirando, pero decide que no le importa. Quiere irse y quiere irse ahora, pero no quiere dejar a su mejor amigo atrás. Regresa la computadora a su dueño original y espera el correo de confirmación desde la aplicación de su celular.

—Llamaré a mi hermano, entonces—dice Phil, quien parece haber aceptado su destino. Toma su celular y sonríe un poco antes de marcar el número de Martyn.

  Dan abre una nueva ventana en el navegador de su iPhone y busca hoteles en Japón, elige el primero que les ofrece un cuarto con dos camas (aunque sabe que solo utilizarán una, pero tiene cinco millones de seguidores y apariencia que mantener, así que de todos modos pide una habitación de dos camas con balcón y vista a los jardines de sakura que supuestamente ofrece el hotel para todos sus huéspedes y se asegura de poner como extra que quiere una habitación de pareja antes de concretar la compra) y una vez que tiene la confirmación abre una página para aprender a leer japonés.

  Cuando Phil regresa le enseña el cuarto de hotel y da el visto bueno antes de abrir una nueva pestaña en su navegador para buscar expresiones comunes y cosas básicas que saber para entrar a Japón. Pasan un rato repitiéndolas y después un poco más leyendo recomendaciones y consejos en internet antes de ir a empacar sus cosas.

  Esa noche duermen en camas separadas, y Dan sabe que realmente no debería de ser un problema, pero se ha acostumbrado al calor de Phil y aunque no han etiquetado lo que tienen Dan sabe que no es amistad, de ninguna manera, y piensa que Phil lo sabe también. O eso espera.

  De verdad que lo espera.

Helpless || Phil LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora