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"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta."

—Pablo Neruda

  Dan no vuelve a casa de inmediato, y no es hasta que dan las doce del día y el sol se eleva sobre la ciudad con toda su gloria se acuerda de que sigue en pijama y perdido en un lado de Londres que no conoce.

  Mete nuevamente las manos a los bolsillos del abrigo de Phil para buscar su celular y hacer una llamada cuando se acuerda de que lo dejó cargando sobre su mesa de noche, y entonces empuja los dedos un poco más hondo para buscar dinero o algo con lo que pueda tomar el metro hasta su casa antes de darse cuenta de que tampoco cuenta con nada.

  Se encuentra parado con un abrigo de piel falsa y pijamas de Mario Bros. pensando en qué tan jodida está su vida cuando una chica se acerca a él corriendo y le extiende su celular.

—Eres Dan Howell, ¿cierto?—pregunta, y parece que puede desmayarse en cualquier momento.

  Se obliga a poner su mejor sonrisa, pasándose rápidamente la mano por el cabello que, para su desfortuna, está rizado por el frío y humedad de la noche antes de asentir.

—Si, de carne y hueso, ¿te gustaría una foto?—y está consciente de que se ve como mierda, y aparentemente las otras personas deben de estarlo también, porque la chica niega y busca en su mochila un plumón negro antes de extenderlo junto con el celular.

—¿Puedes firmar mi carcasa?—pregunta, dejándole ambas cosas en las manos—. Eres uno de mis YouTubers favoritos, ¡felicidades por los cinco millones y medio de suscriptores!

  Eso lo hace fruncir el ceño, porque ayer sólo tenía cinco millones. Pero supone que ser partner de YouTube tiene sus beneficios, y el que su contenido se difunda a una velocidad impresionante es uno de ellos.

—Gracias—dice, y eso es sinceramente. Le entrega el celular y el plumón y está listo para despedirse cuando—: disculpa, ¿sabes en qué parte de Londres estoy? Digamos que ayer me perdí y...

  La chica ríe detrás de su mano y empuja uno de sus mechones rizados detrás de su oreja, antes de asentir con dulzura.

—Eso suena a algo que solo a ti te pasaría—rueda los ojos con gentileza y se acerca un poco al castaño—. Mira, para allá está la estación Holborn, y un par de cuadras a la izquierda de la tienda de dulces de allá hay un sitio de taxis.

—Ah, muchas gracias, en serio—y ella sonríe antes de salir caminando a donde tenga que ir.

  Dan se siente un idiota al caminar al sitio de taxis y pedir uno para su dirección, lo que no ayuda mucho a su autoestima con las miradas que le dan tanto su chofer como los peatones que voltean a verlo.

  Pero no importa mucho siempre que logre llegar a su casa, supone, y deja que el señor tararee a una canción de la radio mientras que cierra los ojos y recarga la cabeza contra la ventana.

Helpless || Phil LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora