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"El jardín vuelve a sumirse
en melancólico sueño,
y un ruiseñor dulcemente
gime en el hondo silencio."

—Juan Ramón Jiménez

  Phil está usando una camisa azul a cuadros y pantalones negros de vestir, y Dan, como siempre, no puede evitar sentirse el más feo de los dos. Que las encuestas fueran a chingar a su madre, de los dos Phil siempre sería el más guapo. 

—Te ves precioso—se atrevió a decir, y los ojos azules del chico centellaron como estrellas.

—Lo sé—contestó el mayor, empujando la lengua contra los dientes en su característica sonrisa—. Tu también estás hermoso, digas lo que digas: el negro es tu color.

—El negro es el color de todos, Phil—contestó el castaño, empezando a picar el mantel de la mesa para intentar distraerse con algo—. Solo dices eso porque te gusta ésta playera.

—Lo digo porque me gustas—aclaró el pelinegro, con las mejillas algo coloradas—, y también porque me gusta esa playera, pero eso es algo que no debería importar mucho.

—Alguien va a escucharte—reprimió Dan, escondiendo la cara detrás del menú. 

—Déjalos hacerlo, dudo que me entiendan.

  Y realmente parecía que a Phil esto lo traía sin cuidado, como si no fuese de mucha importancia el hecho de que acababa de declararse a su mejor amigo, o algo así.

—Alguien puede hacerlo—continuó el castaño, mordiéndose el labio.

—Perfecto, quiero que el mundo sepa que me encantas.

—Cállate.

  Realmente no sabía hasta qué extensión estaba bromeando Phil, o si estaba bromeando siquiera. Pero las mejillas le ardían y cada vez costaba más el intentar no sonreír, así que terminó cediendo y dejando que su pie encontrara el del pelinegro debajo de la mesa.


—Hace tanto que no comía con palillos—murmuró Phil, observando los utensilios con inseguridad—. ¿Vas a burlarte de mí si lo hago mal?

  Dan, quien tenía demasiado tiempo libre en la escuela y practicaba con lápices en vez de tomar notas, se llevó otro bocado de arroz a la boca.

—Voy a burlarme de ti independientemente de cómo lo hagas, más te vale empezar, Philly.

  El mayor rodó los ojos.

—Ayúdame, Dan, no sé hacer esto—y Dan sabía que jamás iba a poder ganarle a los ojitos de cachorrito y los mohines de Phil, pero de todos modos estaba dispuesto a luchar un poco más por su dignidad.

—Descúbrelo—susurró, guiñando antes de llevarse otro bocado, asegurándose de hacer los sonidos más obscenos para que le doliera un poco más a su mejor amigo.

—Te odio—declaró Phil sin ningún rastro de enojo—. Espero que te ahogues en tu arroz.

—Preferiría ahogarme en el arroz de alguien más, si soy honesto—contestó Dan desinteresadamente, llevándose otro poco de arroz a la boca.

  Casi podía señalar el momento exacto en el que Phil iba ahogarse con su vino.

—No puedes decir eso en público—susurró, completamente escandalizado.

  Hipócrita, pensó Dan, si has dicho cosas peores.

—Puedo decirlo si hay algo cerca a lo cual culpar de mi falta de filtros—contestó, señalando a la botella de vino tinto con uno de los palillos—. Siempre puedes culpar al alcohol.

  Phil esbozó una sonrisa.

—Loco—parecía que por fin conseguía tomar un poco de su arroz con los palillos, después de media hora de estarse peleando con los suyos—. Estás demente.

  Dan sabía que lo estaba. 

—Pero me amas—agregó, estirando el brazo para agarrar un poco de arroz del plato de Phil y llevárselo a la boca.

  El mayor se acaba su copa de un trago.


  Habían pasado más tiempo del necesario curioseando por la ciudad, intentando y fracasando en no gastar en cada cosa remotamente interesante que encontraban en la calle.

  Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando Phil llamó a Kathryn por teléfono, estaban recargados en una banca de algún parque a cuadras de su hotel, y ninguno parecía aceptar que estaban perdidos, así que el pelinegro decidió llamar a su madre mientras Dan corría detrás de cada perro que se encontraba por ahí.

—Son las ocho de la mañana—dice Dan, quien sabe la diferencia horaria entre la mayoría de los países, y deja a Phil solo en la banca con todas sus compras para acercarse a un muy desorientado shiba inu. 

  El celular suena cuatro veces y después está su voz.

—¡Phil, cariño! Qué bueno escuchar tu voz, ¿cómo estás?

—Estoy en Japón—es lo primero que sabe decir Phil, demasiado concentrado en Dan jugando con un cachorro y lo mucho que le gustaría adoptar uno, también, tan solo para mantener feliz al castaño.

—Oh, okey—dice Kathryn, quien parece estar escogiendo sus palabras con cuidado—. Hace mucho que no veo un vídeo tuyo, ¿está bien todo con Dan?  

  Y claro que eso es lo primero que piensan todos, que algo pasó con Dan y por eso Phil está huyendo. Quiere estar enojado, o sentirse decepcionado, pero más que nada está aliviado. Dan está ahí, correteando a un shiba y platicando con la dueña, y parece más feliz de lo que jamás había estado en mucho tiempo. 

  A pesar de sus inseguridades, Dan sigue con Phil, sigue buscando a su mejor amigo y sigue buscándose a sí mismo.

—Subió un vídeo hace unos días—dice Phil, y probablemente no es lo que su mamá quería oír porque la escucha tomar aire y empezar a buscar frenéticamente algo en donde quiera que esté.

—Oh, cariño, yo...

—No es un vídeo de suicidio—aclara, antes de que su familia pueda hacerse otra idea—. Necesitaba tiempo, y yo también, supongo, así que escapamos y dejamos a Martyn a cargo de nuestras cosas.

  Su madre suspira y puede escucharla vacilar, acomoda un poco cualquier cosa que hubiera revuelto y toma una bocanada de aire.

—No está aplicando un Antes de Partir, ¿cierto? Phil, cariño, sé que es tu amigo y...

—Mamá, vamos a regresar—dice Phil, intentando reprimir el nudo que se le hace en el estómago al pensar que Dan, en efecto, está completando una bucket list—. Él dijo que quería volver, con el tiempo, pero iremos de nuevo a Londres, lo prometo. 

  Hay una pausa, siente lágrimas en los ojos y, finalmente.

—Está bien—puede escucharla sonreír—. Diviértete, haz todo lo que yo no haría.

  Phil adora a su familia.

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2019 ⏰

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Helpless || Phil LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora