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"Bebé, bebé, eres un 
Caramel Macchiato
tu olor sigue
dulce en mis labios."

—BTS

  Son las cinco de la mañana cuando llegan a Tokio y Phil está agotado, así que Dan cambia a modo automático y hace su responsabilidad el asegurarse de que lleguen vivos hasta su hotel. 

  Echa todos los juguetes, cuadernos y lápices de colores en una mochila antes de doblar las otras dos lo más que se pone y meterlas a empujones en la primera, con grandes esfuerzos logra cerrarla y se la echa al hombro. 

  Tiene que sacudir a Phil varias veces hasta que él decide levantarse, y después de eso solo requiere de tomar su mano con la excusa de no querer perderlo entre tanta gente y agarrar las otras dos mochilas que llevaban en la parte de arriba del avión antes de descender y arrastrar a un Phil medio dormido por todo el aeropuerto.

  Consiguen, de alguna manera, pedir un taxi que los lleve hasta el centro de la ciudad para perder algunas horas antes de intentar hacer check-in en el hotel. 

  Phil ya está completamente despierto cuando el chofer los deja frente a un Starbucks una hora más tarde, y Dan lo ve batallar un poco intentando contar los yenes que cambiaron en el aeropuerto de Londres antes de pagar y descender del auto, con tres mochilas y cinco maletas detrás. 

  Aunque Dan sabe que el pelinegro está más despierto que dormido para este punto, insiste en entrar al Starbucks —abierto 24 horas, bendita sea la persona a la que se le ocurrió que sería buena idea— y pedir dos Caramel Macchiato, así que Phil asiente y le pasa su cartera antes de decir que va a quedarse afuera para vigilar las cosas.

—Toma—dice Dan cuando sale de la cafetería, titiritando porque hacía mucho menos frío dentro del local que fuera. 

  Phil sonríe y acepta el café, llevándoselo a la boca sin considerar que está caliente, y Dan casi puede ver como se le escalda la lengua antes de que el pelinegro saque su celular y empiece a revisar Twitter, todas esas horas en el avión han hecho que se pierdan de mucho.

—¿Qué hacemos ahora?—pregunta el castaño, sacando su celular y abriendo Twitter, también, intentando ver de qué se han perdido.

—No lo sé—contesta Phil—, supongo que esperar a una hora decente para hacer check-in. Mientras tanto hablarle a Duncan o alguien para ver si podemos quedarnos con él mientras tanto.

  Dan se muerde el labio e intenta no decir que ya había querido hablar con el chico antes, así que solo asiente y le pide a Phil que lo llame.

—¿Qué hora es en Londres?—pregunta Phil, buscando entre sus contactos el nombre de Duncan—. Quiero saber si puedo llamar a mi mamá o mejor me espero.

—Cerca de las nueve, supongo—responde el castaño, intentando hacer la cuenta mentalmente—. No estaría mal llamarle, aunque no es hora, mejor espera a mañana si no quieres preocuparle.

  Phil asiente y presiona el número de su amigo en la pantalla, llevándose el teléfono a la oreja y dejándolo sonar antes de fruncir el ceño y colgar.

  Dan arquea una ceja y el pelinegro sonríe tímidamente.

—Son las cinco de la mañana, Dan, no pienso despertarlo—ofrece como excusa, y el aludido rueda los ojos.

—Si no lo despiertas—dice, abriendo la aplicación de teléfono y navegando entre sus llamadas recientes para encontrar el contacto de Duncan—, nos vamos a morir congelados justo en este sitio. Yo lo hago.

  Se lleva el celular a la oreja e intenta ignorar la manera en la que Phil rueda los ojos, el timbre suena una, dos, tres veces y...

—¡Dan! ¡Justo a ti era a quién quería llamar!—la voz de su amigo suena muy contenta para alguien que acaba de ser despertado por su celular a las cinco de la mañana, y Dan frunce el ceño.

—Querías llamarme... ¿a mí?—la pregunta tal vez suena un poco más ruda de lo que había pensado, y quiere pegarse contra la pared porque no era la impresión que quiere darle a alguien antes de pedir asilo en su casa.

  Duncan, conocedor de los tonos de Dan, solo chasquea la lengua.

—Ajá, estoy en Londres y necesito con quien quedarme unos días. ¿Crees que pueda ir a tu casa?

  La situación parece tan ridícula que Dan empieza a considerar seriamente el golpearse contra la pared. Gruñe y debe quedarse callado mucho tiempo, porque Duncan ya está murmurando disculpas.

—No, está bien—dice, antes de que su amigo se sienta peor por querer caer de imprevisto. Gruñe y mira a Phil pidiendo ayuda, pero el mayor se encoge de hombros con el ceño fruncido y Dan vuelve a su llamada—. Mira, las cosas están así: Phil y yo estamos en Japón y queríamos pedirte exactamente lo mismo.

—¿Están en Japón?—Duncan suena incrédulo al otro lado de la línea, y suelta una carcajada sonora que tiene a Dan alejando el celular de su oreja—. ¡Wow! ¡Quién lo diría!

  Dan sonríe y se encoge de hombros, antes de darse cuenta de que Duncan no puede verlo, así que se acomoda por repetir la misma oración.

—Bueno, lamento no estar ahí—dice Duncan finalmente, y se escucha un poco de ruido de su lado de la línea—. Creo que mejor cuelgo y te dejo disfrutar al Philly, ¡saludos y suerte! 

  Vuelve a reír y cuelga antes de que Dan pueda reciprocar el sentimiento, así que guarda su celular en uno de los bolsillos del pantalón y se recarga contra Phil, quien ya se acabó todo su café y tiene la punta de las orejas rojas.

—¿Cómo fue todo?—pregunta, apagando su celular y abrazando a Dan con un solo brazo.

  El castaño suelta una risa y le quita el celular a Phil de la mano para abrir Twitter.

  "¡Finalmente en Japón! :D Lamentablemente estamos sin guía, ¿voluntarios?"

  Las respuestas son inmediatas.

Helpless || Phil LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora