; prefacio;

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"Tu pupila es azul y, cuando ríes,
su claridad süave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja."

—Gustavo Adolfo Bécquer.

Ya es tarde, el oleaje azota cada vez más agresivamente contra la costa y Dan piensa en lo poco que le costaría caminar hasta ahí y dejarse arrastrar, perderse en el mar con solo la luna de testigo.

  Pero no puede, razona, no mientras Phil esté a su lado y sostenga su mano como si su vida dependiera de ello. No cuando Phil, con ojos del color del cielo y una sonrisa digna de revista lo mira como si él hubiera colgado las estrellas en el cielo. No puede cuando Phil le sonríe —y Dan conoce ésta sonrisa, es especial. Es una sonrisa que está destinada para Dan y para nadie más en el mundo, ni siquiera para los lindos corgis que se encuentran de vez en cuando, o para Sarah Michelle Gellar, o para cualquier otra cosa que Phil encuentre remotamente interesante en esta vida— y empuja un poco la lengua contra los dientes superiores, cuando el viento mueve su cabello azabache y le da un aspecto de película, con la luz de luna reflejando en su pálida piel y dándole un tono aperlado que manda el corazón de Dan a correr a mil por hora.

  No, simplemente no puede, no mientras tenga a un mejor amigo dispuesto a tomar su mano en público y a besarle la mejilla, un amigo con quien puede tener desayunos de tres horas y que está dispuesto a escapar con él por todo el mundo si eso requiere el volver a sentirse vivo. 

  Dan Howell no puede con Phil Lester.

Helpless || Phil LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora