Caminó por los desolados callejones hacia el punto de encuentro, evitando los uniformados que tenían el deber de hacer cumplir las reglas, como la que él desobedecía en ese momento: el toque de queda. No los detestaba como la mayoría lo hacía, para él solo eran esclavos del sistema que habían sido más listos y aprovechado los escasos privilegios que trabajar con el gobierno brindaba.
El fin justifica los medios, y si el propósito era llevar pan a la mesa, valía el sacrificio.
Lo recibió una oxidada puerta, dando paso a un cuarto diminuto y sin ventilación, atestado de personas conversando con la camaradería que otorgaba tener cosas en común, como el hambre, el hartazgo y la esperanza.
Cuando los uniformados descubrieron el cultivo hidropónico con el que alimentaba a su familia y lo quemaron, alegando que toda actividad agrícola y pecuaria debía estar regulada, obtuvo la invitación de unirse a los opositores.
Buscó la esquina más aislada del lugar y se apropió de ella. En el centro de la habitación, un bloque de cemento actuaba de escenario para una mujer de aproximados treinta y siete años, quien hablaba con pasión acerca de la injusticia del régimen que tenía a todos al borde de la desnutrición.
—Todo listo para nuestro golpe mañana —anunció. Su tono demandante acalló los murmullos—. Estamos aquí porque somos capaces de llevar a cabo lo propio, pero el resto de la población está enterada y actuarán cuando llegue el momento.
Un infiltrado les había proporcionado la ubicación exacta de las bodegas alimenticias del gobierno, así que el plan era crear una distracción en el centro mientras se guiaba a los habitantes hacia ellas para tomarlo todo, hacerse con el control de la torre de mando y obligar a los altos cargos a humillarse como mil veces los habían obligado a ellos.
Él nunca imaginó que todo estaría tan bien planeado, sin embargo, había algo que no le convencía
—¿Cómo están seguros de que no lo saben ya? —preguntó. El silencio se expandió por todo el lugar mientras recibía miradas socarronas.
—De saberlo, ya estaríamos muertos —sentenció una chica de no más de veinte años.
La mujer la observó con orgullo casi maternal, y volvió su mirada hacia él.
—Si quieren entretenimiento —empezó, e hizo un repaso por la habitación con una sonrisa lobuna en su rostro—, eso es lo que tendrán. ¡Muerte al Supremo!
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RR Lyrae
Science FictionLas RR Lyrae, estrellas muy luminosas y de poco tiempo de vida, están aquí para narrarte historias de aliens, humanos y robots, tan cortas y brillantes como ellas mismas. Apartado creado para los retos semanales del perfil de Ciencia Ficción en espa...