First date II.

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G suspiró y miró a Giotto, su rubio amigo parecía simplemente perdido en sus pensamientos mientras sonreía como el idiota que todos sabían que era.

El joven Vongola había disfrutado de toda aquella semana después de la primera cita y bien que lo sabía el pelirrojo, no por nada Cozart y él se discutían el puesto de mejor amigo de la diva mal teñida, ¿no?

—¿Vas a decirme o quieres que regrese después? —bufo cuando su café se acabó—. No tengo tu tiempo, señorito. Ya sabes como es mi vida.

El chico sólo rió estúpidamente y eso preocupó más aún a Gokudera, ¿se había golpeado la cabeza? Jamás lo había visto tan malditamente enamorado.

Empezaba a preocuparse por su tonto corazón, ¿y si Tsuna le hacía daño?

—Es que de sólo pensar en eso no sé qué decirte —confesó ruborizado—. Mi tiempo con él ha sido mágico, G. ¡No sabes cuánto le agradezco a Nana-san esta oportunidad de oro que me dio!

—Ya, puedo hacerme una idea —sonrió—. Aunque sigo pensando en ti como un idiota, ¿no habías dicho que lo superarías?

Y el rostro del otro se volvió sombrío, G suspiró sabiendo que había metido la pata como sólo Asari debería hacerlo.

¿Para qué se esforzaba? Los malos hábitos de ese idiota se le estaban pegando.

—Lo iba a hacer... —aceptó suspirando y escondiendo el rostro entre sus manos—. En serio que sí, pero ese día tuve una cita con él y no puedo sólo rendirme.

—Giotto, no quiero que vuelvan a hacerte daño —se encogió de hombros y le miró con cierta lástima—. Sabes mejor que yo lo que sucedió con Daemon, no quiero que vuelvas a caer.

—¡Daemon es pasado! —golpeó la mesa indignado y llamando la atención de los clientes—. ¡No puedes poner a Tsunayoshi en el mismo saco que...!

—¿Ponerme dónde?

Ambos italianos observaron sorprendidos hacia el castaño que se encontraba junto a su mesa, Sawada sonreía amablemente a pesar de lucir tenso.

Honestamente estaba de paso cuando escuchó la voz de su nuevo rubio favorito, ignoró completamente la conversación y se concentró en la cercanía con la que se trataban esos dos.

No le gustó.

Su acompañante parecía curioso ante la escena que presenciaban y se aferró como pudo al brazo de Tsuna, fuera lo que fuera no podían quedarse allí.

—Ah... Hola, Tsuna —G sonrió más incómodo de lo que alguna vez estuvo—. No estábamos hablando de ti, sólo era...

—¡Es un familiar! —exclamó el rubio al notar que el pelirrojo se trababa y notó al chico que se colgaba del brazo de su castaño como si tal cosa. Frunció el ceño—. ¿Qué hacías por aquí, Tsunayoshi-kun?

—Visitando a mis amigos —se encogió de hombros—. Además de que había quedado con Fūta de llevarlo a un lugar bonito.

Y aquel muchacho inclinó la cabeza con educación en dirección a los mayores, sin sentirse realmente cómodo ante la celosa mirada del rubio...

Relatos de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora