Extra I.

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Extra, advertencia, hard, violencia y sadismo. (Sólo exagero... Quizás xd)

Cuando despertó sintió que algo andaba malditamente mal, miró a su alrededor y recordó vagamente lo sucedido el día anterior. Se sonrojó.

Se preguntó a sí mismo cómo había llegado a aquella habitación, pero viendo a su pacífico compañero descansar como si no tuviera a un potencial "su asesino" al lado, supuso que el buen Hibari le había llevado a la cama.

Sintió la culpa llenarle por no haber podido llegar hasta el final con él, era un buen chico y aunque a duras penas le conocía le caía bastante bien...

¡Venga que se había flechado nada más verlo!

—Mira, imbécil —llamó zarandeándolo—. ¡Tengo hambre, despierta!

El azabache gruñó girando en la cama y abrazándose a él por la cintura, frunció el ceño.

—Cierra la maldita boca —suspiró medio dormido—. ¿Qué hora es?

—¿Tengo cara de reloj? —bufo intentando alejarse de él—. Además, acabas de decir que no hable.

—No dije que no hables, dije que cerrarás la maldita boca.

Tsuna le miró sin entender, Kyōya le miró con los ojos medio cerrados y una sonrisa somnolienta.

—No veo diferencia.

—Porque sólo piensas en matarme.

—No sólo pienso en matar... Por lo menos no sólo a ti.

—Ya, me siento indignado.

—No eres tan especial, ya sabes...

Hibari se sentó entonces y miró fijamente al chico, Sawada volvió a sonrojarse al notar que sólo llevaba el pantalón de un pijama y él, como buen miembro de la comunidad italiana, por algún motivo iba a lo "recién nacido".

—Diría que es un bonito despertar —sonrió el azabache con ironía—. Si no fuera porque aún no sale el sol, deben ser alrededor de las cuatro de la mañana.

Tsuna miró hacia la ventana, le saludó una luna tan brillante como su imagen en el espejo.

Es que tenía mucho amor propio.

—¿Y? —volvió a mirar al otro—. Sigo con hambre.

Hibari suspiró cansado y abrazó al chico recostándolo en la cama y sentándose a horcajadas sobre él.

—No me jodas la vida tan temprano o voy a devolverte a tu casa —sonrió con picardía—. Ahora, hazte responsable de mi molesto despertar.

El castaño enrojeció sin poder evitarlo, su sistema no terminaba de despertar y era a esas horas que el espíritu de la torpeza se apoderaba de él.

Arqueó una ceja y acarició el abdomen del mayor con una sonrisa lasciva.

—Soy un hombre responsable —suspiró—, me haría cargo de ti quisieras o no.

Relatos de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora