Capítulo 1

561 64 23
                                    


Gerard estaba despierto recostado en su cama, era muy temprano, miró al reloj.

4:45 am.

Joder.

Se levantó despacio y se envolvió con las cobijas alrededor de los hombros antes de caminar hacia las escaleras e ir a la cocina.

Logró sacar un brazo por el grueso material y encender la cafetera. Hizo un sonido como gorgoteo que lo hizo encogerse mientras se sentaba.

Soltó otro bostezo y recargó el rostro sobre la palma de su mano, su brazo sosteniéndose del codo. Colocó sus dedos callosos sobre la mesa de madera con impaciencia y esperó.

Joder, al fin, pensó cuando la cafetera finalmente se detuvo. Tomó una taza y toda la jarra de café, y regresó a su habitación en el sótano, todavía acurrucado en su cobija negra.

Colocó ambos artículos en el escritorio y dejó la cobija en la cama una vez más. Lentamente se dirigió a su armario y lo abrió, dando un paso adelante.

Se maravilló por la creación delante de él, estaba sin terminar, esperando por los últimos toques antes de que pudiera cobrar vida.

Todo lo que necesitaba ahora era sangre. Demasiada. Pero tenía la sangre, la había estado guardando. Le había tomado meses y meses juntarla y su última donación se haría más tarde ese día. Gerard no robaba la sangre, oh no, era la suya propia.

Tenía un amigo que trabajaba en el hospital que le ayudaba una vez al mes, juntando bolsas y bolsas de su propia sangre para sus locos experimentos. Gerard sabía que no debía exagerar en sacarse tanta sangre, pero ahora su paciencia estaba dando sus frutos.

Se sirvió una taza del oscuro líquido y regresó al armario, mirando a la forma de vida.

Este ser era pequeño y delgado, moldeado como él mismo, y tenía cabello negro y unos brillantes ojos verdes que ahora estaban cerrados. Su piel era blanca lechoso y suave como alabastro. En su opinión, era hermoso.

Era Frank.

A Gerard se le ocurrió el nombre una mañana, aún no podía recordar dónde, pero le quedaba.

Frank.

Había estado ocupado con este cierto experimento por casi 2 años.

Nunca fue popular en la escuela, nunca tuvo amigos y su madre siempre lo apresuraba con "solo haz nuevos amigos".

Eso es exactamente lo que Gerard había hecho. Había atravesado la espeluznante tarea de recolectar órganos, variaban desde los ojos hasta el intestino grueso, lo necesitaba todo. Gerard logró, por la gracia de todos los Dioses, recolectarlos todos.

De nuevo, deben entender, Gerard no es un ladrón, es un recolector, un artista, y esta era su última obra maestra.

Logró recolectar, a un ritmo muy lento, todos los órganos necesarios para la vida humana, de la clínica fuera de la ciudad. Aunque fue algo bastante raro de pedir, las personas que trabajaban ahí lo dejaron usar los cuerpos de las personas que nadie iba a reclamar.

Cada noche se sentaba y laboriosamente juntaba cada pieza, cosiendo y uniendo. Gerard estuvo contento por tener una ligera fascinación por todas las cosas sangrientas, o de lo contrario se habría desmayado algunas veces.

La peor parte de todo esto fueron esas visitas mensuales a su amigo en el hospital para que le sacara la sangre.

Oh, cómo detestaba las agujas. Las odiaba con pasión. Pero sabía que necesitaba hacerlo y que era por una causa que valía la pena.

PuntadasWhere stories live. Discover now