Capitulo 1

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-¿Podría hablar con el... señor Sebastián Stan?-

La cabina de teléfono apestaba a humo de cigarro. La cara pálida y el rígido cuerpo por el esfuerzo y valor que había necesitado para hacer esa llamada, Valentina casi no se había dado cuenta ni del olor ni de la cantidad de porquería que cubría el piso de concreto.

-¿De parte de quien, por favor?- le pregunto la voz fría y concisa de la telefonista.

-Soy...-empezó a decir, mientras se mordió el labio inferior con los dientes.

Pero no pudo responder. No era capaz de rever su identidad a nadie más que a Sebastián. Sin embargo no quería que la telefonista fuera testigo de aquella humillación. Ya lo había experimentado antes...

-Es una llamada personal-le espetó, esperando con ansias y con todo el corazón que aquella respuesta fuera lo suficientemente para poder hablar directamente con el gran hombre.

Pero para su mala suerte no fue así.

-Me temo que tendrá que darme su nombre antes de que pueda preguntarle al señor Stan si puede hablar con usted. -Al menos así sabía que Sebastián estaba en el país, ya que Valentina había imaginado que había vuelto a Bucarest

-Entonces preferiría tener esta conversación con su secretaria, por favor.-Se produjo una pequeña pausa, llena de tensión silenciosa.

-Un momento, por favor-le espeto la voz y la línea quedo en silencio.

Los segundos se empezaron a pasar lentamente, llevándose la desesperación que le había empujado a hacer aquella llamada, la desesperación que le había empujado a hacer esa llamada. Aquella desesperación que le había impedido dormir días antes, para intentar buscar una solución a su problema sin tener que pedirle ayuda a Sebastián. Pero solo tenía dos salidas Alexander Pierce o Sebastián.

Al pensar en Alexander Pierce un escalofrió recorrió su espalda, lo que la empujo a seguir en esa cabina de teléfono, a pesar de que en su interior una vocecita le decía que colgara el auricular.

Sin embargo, Valentina sabía que necesitaba ayuda. Y estaba dispuesta a pedirle ayuda al único ser humano que podía dársela. Si Sebastián se negaba, lo dejaría en paz para siempre. Pero debía intentarlo, darse, y darle, una nueva oportunidad. En Cualquier caso, ella no quería dañarlo. Solo le iba a hacer una proposición. Si él se negaba, ella saldría de su vida para siempre.

Entonces oyó la señal que le indicaba que debía introducir más monedas. El pánico la invadió y todos aquellos pensamientos de consuelo desaparecieron.

-¿Qué estoy haciendo? ¿Porque estoy haciendo esto?- se preguntó desesperada. La mente le respondió que lo hacía porque no le quedaban más opciones y muy poco tiempo. Con dedos temblorosos, tomó una moneda del montón que había hecho con el cambio que tenía para realizar la llamada, pero se le cayeron al suelo.

-¡Diablos!- murmuró, inclinándose para recogerlas del suelo. Entonces sonó una voz por el auricular.

-Buenos días, le habla la secretaria del señor Stan ¿En qué puedo ayudarla?

-Un momento- respondió, mientras intentaba introducir la moneda en la ranura. Cuando lo consiguió, el pitido dejó de sonar.

Valentina se tomó un par de segundos para serenarse.

-Me... me gustaría hablar con el señor... con Sebastián- añadió, con la esperanza de que aquel toque personal le ayudara a pasar aquel último obstáculo.

AMANTES RENDIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora