¡Aquello era sorprendente! Valentina estaba aturdida. ¿Cómo se las habría arreglado Sebastián para darle la vuelta a todo el asunto? ¿Qué se creía que era aquello? ¿Una competición para ver quién había sufrido más? ¿Acaso creía que le gustaba hacerle aquello? ¿Qué le gustaba haberse convertido en la abominable criatura que Sebastián acababa de describir?
-¡De acuerdo! -exclamó ella, dándose la vuelta como un boxeador dispuesto a salir del rincón-. ¿Quieres que te cuente todo con pelos y señales, Sebastián? Muy bien, pues prepárate a oírlo.
Y así fue, le contó todos los detalles del infierno que había pasado aquella noche, desde el momento en el que se encontró con aquellos dos hombres en el ascensor, hasta que la dejaron en paz.
Cuando Valentina acabó la historia, estaba pálida como la muerte. Sebastián se había desplomado en un sillón y se ocultaba la cara entre las manos.
Minutos después, se descubrió la cara, pero mantuvo la cabeza baja, como si fuera incapaz de volver a mirarla ahora que ya sabía la verdad de la historia. Acababa de causarle a Valentina más dolor, al haber sido él quién había insistido en saber todos los detalles.
-Lo siento -se disculpó, rompiendo el silencio que reinaba en la habitación-. No debería haberte hecho pasar por esto. Pero necesitaba...
-¿Saber si lo que me hicieron ellos a mí fue tan brutal como lo que yo te hice a ti? Pues no, no lo fue. No me hicieron ni un rasguño -le informó, pasándose las manos por los brazos-. Ni un corte, ni un hematoma que demostrara lo que había ocurrido. Fui a trabajar al día siguiente, y al siguiente...
-¡Ya es suficiente, Valentina! Por favor...
Pero ella no quería parar. Sebastián había empezado todo aquello, y ahora tendría que escucharlo, tanto si quería como si no.
-Me vestí de blanco para demostrar mi pureza, y marché por el pasillo de la iglesia, como una novia virginal. Por ti, y por Natalia, sonreí a las cámaras. Y por tu familia. La verdad sólo se me descubrió cuando me encontré sola contigo, en ese apartamento. Entonces te miré y pensé, «Dios mío, este hombre espera que su mujer sea virgen». Y bueno, ya conoces lo demás...
Efectivamente, Sebastián conocía el resto. Su vida con una mujer que no podía ser su esposa. La había descrito hacía sólo unos momentos con enorme claridad
El día, que ella lo dejó, ella se imaginó que Sebastián caería de rodillas para dar gracias a Dios por haberle liberado de un infierno de matrimonio. Ella había esperado sentir lo mismo, pero, para su sorpresa, Valentina descubrió que la vida sin Sebastián era peor que vivir con él. Lo amaba y lo echaba de menos todos los días, aunque sentía escalofríos ante el mero pensamiento de volver con él. Y ahora, ¿en qué situación estaban, cuando él lo sabía todo? ¿Estaría lamentando él haber querido volver a intentarlo otra vez? El pánico se apoderó de ella y sintió que ya no podía soportarlo más.
-Lo siento -balbuceó, para darse la vuelta y salir corriendo hacia la habitación donde había dormido.
Una vez allí, cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra ella, mientras intentaba respirar para no perder el control. Tenía miedo de volver a perderlo.
La última vez que le perdió había sido porque no había sido capaz de decirle la verdad, pero ahora iba a perderlo por lo contrario. Desesperada, miró la habitación, con las sábanas revueltas y la bandeja del desayuno, intacta, donde ella la había dejado. Entonces, se soltó de la puerta y se dirigió a la cama. Una vez allí, se agachó, y recogió con dedos temblorosos lo que no había notado por la mañana, cuando Sebastián le había llevado la bandeja. Había una rosa, una rosa roja, con el tallo muy corto, sin espinas, a punto de florecer. Recordó que Sebastián solía hacer aquello con mucha frecuencia. Era un romántico incurable, que le preparaba las rosas de aquella manera para que no se pinchara. Solían ponérselas en la mesa, en el restaurante de Vito, esperando hasta que ella se daba cuenta de que había colocado allí la rosa para ella. Aquel era su pequeño juego.
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AMANTES RENDIDOS
RomanceValentina Campbell adoraba a Sebastián Stan , pero sabía que nunca le podría dar lo que él realmente necesitaba. Así que decidió abandonarlo... Dos años después, no le quedó más elección que pedirle ayuda a Sebastián . Él accedió a dársela, pero c...