Kreso

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Dejar a Milena esta noche fue más difícil de lo que había pensado. Había creído que con el pasar de las horas a su lado mi fascinación por ella decaería, pero al final de la tarde cuando apoyo su cabeza en mi hombro sentí que era como debía ser. Nunca me había sentido así con una mujer. Las mujeres eran objetos de placer o simples adornos a mi lado en alguna reunión importante o gala. Ninguna me había interesado en verdad porque sabía lo que ellas querían. Ser vistas conmigo, ser reconocidas por las cámaras y lograr algún tipo de trabajo en el mundo de la moda o el cine o volverse conocidas por el simple hecho de estar a mi lado. Claro que muchas aspiraban a más, muchas aspiraban al anillo de mi familia. El anillo se había hecho famoso cuando mi madre y mi padre se comprometieron. Una joya familiar valiosa por su centenaria existencia. Había sido creada por uno de mis tatarabuelos para su primera esposa. Estaba hecha de un diamante puro rodeada de pequeños brillantes en forma de corona que simulaban una flor. Muchas mujeres habían codiciado ese anillo a lo largo de los años, pero hasta ahora no había ninguna que lo mereciera... hasta ahora cuando me cruce con la valiente y luchadora Milena... cuando me recosté en mi cama aun podía sentir la suavidad de su boca en la mía la tibieza de su cuerpo contra el mío... no podía esperar a verla de nuevo, no podía esperar a que confiara en mí y me entregara su precioso cuerpo. Pero ella tenía creencias aferradas en lo profundo de su alma y me tendría que contener para respetarla hasta que fuera ella quien me entregara su corazón y su cuerpo. Por lo pronto entré en la página web de mi florería favorita e hice que le enviaran un ramo de violetas salvajes. Les indique que mañana en la mañana un mensajero llegaría con la tarjeta que iría con las flores.

Durante dos días me contuve de ir a verla. Solo le escribía mensajes preguntándole como estaba, hablando con ella hasta altas horas de la noche. Me gustaba hablar con ella. Me calmaba y podía mejorar cualquier día, aunque mi tensión sexual estaba algo elevada.

Bajaba mis niveles de intensidad con el gimnasio y mis músculos nunca habían estado mejor. Tenía 35 años y sabía que las mujeres me encontraban atractivo pero lo que más me importaba era estar a la altura de Milena que aún no llegaba a los 25. Ella podría tener a cualquier hombre quien quisiera a sus pies. Pero no iba a permitir eso, Milena era mía... seria mía... y ella lo sabría pronto. Era hora de dar un paso más para empujarla hacia mis brazos...

Hard loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora