~5. Leo

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Los Maxwell eran la familia más prestigiosa y adinerada de la ciudad en el que habitaban, dueños de la mejor joyería a donde acudían las personas más ricas y poderosas del lugar.

Ronald Maxwell el patriarca de la familia era un hombre hábil en los negocios, tenía conexión con personas importantes en todo el país y su esposa e hijo eran sin duda su adoración. Su gran problema era la adicción que tenía al juego y la bebida; una noche mientras bebía con un grupo de amigos cometió uno de los peores errores de su vida. Se asoció con las personas equivocadas.

Los hombres con los que terminó enrollado le pidieron guardar un valioso collar a cambio de una buena suma de dinero, el accedió sin problema sin considerar las consecuencias. Días después leyó en los diarios la noticia de que el ministro y su esposa habían sido robados y una de las posesiones más valiosas que les había sido arrebatada era un collar con una hermosa esmeralda, una fotografía de la joya acompañaba el encabezado y enseguida lo supo, corrió a su caja fuerte y con el corazón palpitandole a mil por hora miro el collar que los hombres le habían pedido guardar. Era la misma que aparecía en el periódico, eso estaba mal si alguien lo descubría estaría en problemas su prestigio se iría al demonio y su familia quedaría desprotegida, con esto en mente tomó una decisión.

Contacto a un conocido diciéndole lo enferma que estaba su mujer y que requería sacarla de ahí cuanto antes, el hombre no dudó un segundo en darle su casa en el extranjero a cambio de la que el tenía, a su familia les dijo que un amigo suyo le había propuesto un negocio en el extranjero y que parecía prometedor así que apesar de las quejas los tres Maxwell terminaron abandonando el lugar para comenzar de nuevo.

El sitio al que llegaron era un tanto más pequeño que su antiguo hogar pero no les disgustó, así que más temprano que tarde se adaptaron al lugar. Ronald consiguió adueñarse de una de las propiedades que se encontraba en el centro de la ciudad convirtiéndola en su nueva joyería, ocultando en el fondo de esta su más grande secreto, un collar con una hermosa esmeralda. Los meses pasaron y todo estaba más que bien, incluso su único hijo Axel Maxwell había comenzado a interesarse en el negosio.

Axel era alto, de ojos azules y cabello largo y lasio de un raro pero hermoso color plata, podía parecer a simple vista vanidoso y ególatra, quizá lo era un poco pero a pesar de ello era un buen muchacho, fuerte, confiable, apuesto, un líder nato. Esas características no pasaban desapercibidas por su padre, por ello era obligado a atender la joyería gran parte del día.

Una mañana como cualquier otra mientras el joven revisaba la bodega vio algo extraño, la caja fuerte de su padre estaba abierta. Se acercó a ella con curiosidad tratando de adivinar que era aquello que su padre guardaba tan celosamente, su decepción fue enorme al mirar dentro y no encontrar rastro de nada.

-¡Imposible! y yo que esperaba ver algo insólito - se quejó el albino cerrando dicha caja y dándose la vuelta para volver a sus deberes, fijó su vista en la mesa frente a el y enseguida algo atrapó su mirada, había una bolsa de tela con algo brillante dentro, la tomo entre sus manos y vacío su contenido en el mueble, ese sin duda alguna era el collar más hermoso que había visto jamás, Axel era un amante de la belleza y eso era lo que le permitia no morir de aburrimiento en la joyería. Tomó la joya con cuidado y salió de la bodega mientras se quejaba de como algo tan bello estaba guardado en una horrible y sucia bolsa. El joven se paró detrás del mostrador, tomo una elegante cajita roja y acomodó el collar en ella.

-ahora si luce perfecto- dijo satisfecho mientras miraba la presiosa joya que por alguna razón le resultaba familiar aunque no lograba recordar el porque.

Sus pensamientos fueron interrupidos cuando la campanilla de la puerta sonó avisandole de la llegada de un nuevo cliente, miro primero al empleado apenas unos años mayor que el y suspiro con fastidio al verlo ocupado con una señorita que no parecía decidirse por nada, "tendré que atender yo" se dijo a si mismo y vovio sus ojos a los dos clientes que se encontraban observando el estante más próximo a la salida.

Amor ZodiacalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora