La lluvia intensa y fría que acompañaba la noche que ya caía, me estaba dejando completamente mojada. Para variar, no llevaba paraguas, ni si quiera chaqueta o un simple gorro. Mi cabello, rojo, largo, de rizos indomables, que seco ya parecía un arbusto a medio podar, estaba tomando un volumen considerable.
El frío, mojarme de ese modo no me hacía nada bien, lo sabía. Desde pequeña siempre había sufrido muchas enfermedades, porque tenía un sistema inmunológico bajo. Según mi abuela, las personas de ojos claros (en mi caso verdes intensos) eran muy frágiles respecto a salud. Clínicas y hospitales habían reemplazado a las salas cunas y jardines en mi niñez; y ahora a los 17 años, aproximándome peligrosamente a mis 18, estaba enferma aún. El último diagnóstico me pronosticaba Enfermedad celiaca; bueno de todos modos, trataba constantemente de no ponerme a pensar demasiado en ello.
Iba caminando apresuradamente por la acera húmeda, llena de charcos y escarcha, casi corría, mirando mis pies, que iban rápidos y ligeros por aquel suelo mojado, aún estaba lejos de casa, y aquella lluvia ya se cristalizaba y empezaba a caer como nieve.
Iba a ser una navidad blanca después de todo. Sí, era noche buena, 24 de diciembre y al amanecer sería navidad, una navidad que pasaría sola, pues mis padres habían viajado en el último vuelo a USA a la graduación de mi hermana Nathalia. Yo me quedé aquí en Londres, pues no puedo viajar en avión por mi Enfermedad celiaca; me quedé con Maggie, mi segunda mamá. Margaret trabaja en casa desde que tengo memoria; pero ella había ido a pasar las fiestas con su familia, como era lógico.
Apresuré aún más la marcha, hacía frío y ya oscurecía. Aún con la mirada puesta en mis pies di de golpe con alguien y caí al suelo.
-auch!, lo siento, soy una tonta, no te vi, en verdad, lo siento -dije
-no te preocupes, no es nada - me respondió una voz masculina
Antes de levantarme, vi que aquel desconocido me tendió su mano para ayudarme a pararme, al contacto con su piel tibia, me di cuenta de que yo estaba en realidad muy fría.
Me dirigí a él para agradecerle, cuando mi mirada dio por primera vez contacto con su rostro. Era un chico muy guapo, de tez mate, cabello café con tendencia a ondularse, y unos profundos ojos marrones.
-gracias - le dije con una sonrisa
-de nada - dijo devolviéndome la sonrisa- estás muy helada, ¿no traes paraguas? -dijo observándome - ¿o un abrigo? -dijo ahora riendo.
-no, los he olvidado -dije sintiéndome como una tonta.
-toma, la necesitas más que yo -antes de que pudiera decir nada, aquel desconocido se desprendió de la chaqueta que llevaba y me la puso sobre los hombros con cuidado.
-¡no te preocupes por favor! morirás de frío -dije
-tú no lo hagas, yo llevo paraguas, estoy bien.
-muchas gracias - dije, ya sintiéndome reconfortada.
-ya debo irme, que tengas una feliz navidad - me dijo alejándose.
-feliz navidad a ti también…
. . .
Todo el camino a casa me acompañó un aroma dulce, quizás proveniente de alguna tarta en la ventana de alguien.
Mi casa estaba a oscuras, solo estaba iluminada por las luces cambiantes de colores, del árbol de pascua, que llegaba al techo.
Ya era tarde y estaba cansada como para preparar comida, así que me dirigí al refrigerador, saqué algunas galletas y algo de jugo, subí a mi cuarto y me tiré sobre la cama. Me quedé mirando por la ventana, como caía la nieve. Me encontré de cara con mi rostro, reflejado en el espejo sobre el escritorio; parecía una especie de león aguado. Mis pecas de niña aún descansaban sobre mis mejillas, mis ojos verdes estaban cansados, se notaba en lo lento de mí parpadear, mis rojas y largas pestañas iban y venían.
Mi bronceado blanco papel lucía como siempre, solo se salvaban mis labios, teñidos de un rosado tenue.
Me volví, y quedé mirando el techo de la habitación, de nuevo empecé a sentir aquel olor dulce…
Me llevó algunos momentos, darme cuenta que ese dulce aroma se desprendía de la chaqueta que aún llevaba puesta. Era el perfume de aquel muchacho con el que había chocado accidentalmente. ¿Cómo se llamaba? No tenía idea, no le había preguntado. Seré tonta.
Metí las heladas manos a los bolsillos de la chaqueta y di con una pequeña libreta de apuntes. Me invadió la curiosidad.
-tal vez diga su nombre -me aventuré.
Tomé la libretita y la abrí, se dibujó una sonrisa en mi rostro al comprobar que su nombre estaba allí escrito con una pulcra caligrafía.
Así que ese era su nombre, aquel atento chico se llamaba…
___________________________________
Historia participante en el concurso de Pattiwatty :)
ESTÁS LEYENDO
Regalo del corazon
Genç KurguConvivir con una enfermedad al corazón es difícil, pero no imposible, más aún cuando alguien especial es tu motor de vida... Historia Original.