Parte 8 - Don't touch me

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 Los movimientos dulces como el satén sobre su espalda, el inmenso cuidado que la acogía, aquel pelo rozándole la espalda desnuda, aquella tinta queriendo extenderse sobre su piel, aquel suave roce de los dedos limpiando cada hendidura.. Sus ojos quizás se fueran cerrando, disfrutando del dolor de la aguja contra su piel, del cuidado con que aquel tatuador trazaba su diseño contra su piel, los ojos tomando forma, el destino de la aguja marcado, el sonido de la tinta al traspasar totalmente su piel, al quedarse enganchada a ella, así como aquella rodilla entre sus piernas, aquel cuerpo cerniéndose contra ella con cuidado. Podría pasarse toda la vida así, siendo tatuada por aquel hombre de cabellos rubios, rostro afable y aquella ropa entre rockero y punky. Realmente, fascinante en todos los sentidos y ella se dejaba llevar, se dejó llevar hasta que el diseño de los dos dragones enfrentados, en señal de su propia alma, de su propia mente fue tomando forma. Los ojos rojizos del primer dragón estaban perfectamente plasmados, tal como en el diseño. Aterradores, posesivos, indulgentes hasta el punto de que parecía tener propia vida. Mas el contacto con éste, era suave, suave y sin relieves. Como debería ser cualquier tatuaje normal. Una de las garras de aquel dragón se enterraba en su cuello, una de sus patas le cubría totalmente una pierna, en la otra su cola llameaba punzante. Otra de sus garras cubría su brazo, como agarrándola. Sujetándola a este mundo, impidiendo que la muerte se la robase. Aquel dragón era posesivo con ella, la quería para él sólo. Y así sería, pensó.

En el fondo de su espalda, dos pequeñas viñetas aparecieron. Parecía magia, la magia de la tinta sobre su piel. Tomaron forma, cruzando la línea del dolor y el orgasmo. El jadeo que emitió fue muy real, tan excitante como aquellos dragones que se enfrentaban por poseerla. Aquellos dragones encerrados en el pasado, aquellos dragones que luchaban en una de las viñetas mientras que en la otra.. El dragón de su espalda ganaba la partida, entre sus colmillos afilados la cabeza del otro dragón yacía y aquellos ojos rojizos no lograban despegar la mirada que caía sobre aquella piel, suave, placida.

El tatuador no se movió cuando acabó, examinando su trabajo con ojos embriagadores. Realmente había sido una de sus mejores obras, el cansancio de aquellos tatuajes normales y fáciles que se repetían sin parar lo obstruía, censuraba su arte. Pero aquella mujer había despertado la pasión por su trabajo, tanto que un bulto tomaba forma en el interior de sus pantalones.

-Te echaré la crema y habremos acabado.

Ante el gimoteo afirmativo de la mujer, sus ojos se entrecerraron imaginando aquellos placeres que querría darle, aún así el trabajo era el trabajo y con el dinero en la mano y la crema en la otra no tenía nada más en que pensar..

Suaves caricias recorrieron cada trazo del tatuaje, las caricias empezaron por aquel ojo aterrador, inspirador de respeto y siguieron pedazo a pedazo sobre toda su piel... Antes de que pudiera suspirar de placer, el hombre la interrumpió. "Tendrás un vale para otro tatuaje, no dudes en volver". Una invitación clara, de que le había gustado su idea y ella se dijo que no volvería, tal siquiera se marcharía. Las advertencias sobre su piel no serían en vano, y había que dejar pedazos en cualquier parte visible pedazos que dijeran: "No soy una cualquiera, ten cuidado conmigo". Y así todo estaría bien, aunque se dejara todo su sueldo en ello, aunque no fuera ninguna inversión que la ayudara a sobrevivir... Aún así, mantener alejados a quienes no quería cerca era una idea excelente, apasionada y decente.

-Entonces, simplemente no me marcharé.

Unos minutos después, la aguja volvió al lugar donde había estado antes: Sobre su piel. Las muñecas debían ser marcadas, era una clausula que no podía ser ignorada ni por un segundo más. Las letras de aquellas frases fueron tomando su propia forma, su propia tipografía envolvente... Y cuando la aguja se separó de su piel, las palabras se hicieron visibles: "Don't touch me.." en una muñeca, mientras que en la otra la frase continuaba.. "Dead is here".

Y el último tatuaje la dejó sin resuello, estaba al límite. Con los pantalones medio bajados y aquel hombre encima que a cada movimiento se rozaba contra su piel todavía desnuda. La excitación llegó cual bote de ketchup. Justo en el momento adecuado, justo cuando la hamburguesa caía en su hueco y el pan se cerraba quedando un mejunje de placer, la erosión de piel contra piel dejó entrever la última y definitiva frase: "The dragon has its eyes on you". Y entonces sus pantalones desaparecieron completamente, una mano la abrió sin permiso y algo duro y romo se internó en su piel. En su centro, en el mismo lugar donde lo necesitaba sin hacer caso a todas las advertencias sobre su piel. Ella era una esclava y él su amo, y las cadenas de la pasión los removió durante horas y horas...

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