Amar y querer no es igual.

400 59 51
                                    


—No nací para dejarme llevar por sentimentalismos— aseguró Aeva, con su mirada fija en los pozos esmeralda del chico que tenía enfrente. Podía percibir el temblor entre los dedos apretados del joven de primer grado, y por la forma en que transpiraba, estaba seguro de que Spindler llevaba días o quizás semanas tratando de hablarle a la cara. Pero la propuesta que el joven brasileño le estaba poniendo sobre la mesa no era algo en lo que deseara participar —te estas equivocando. Es mejor que lo olvides, y yo lo olvidaré también. Me halagas, pero...—


—Una oportunidad— interrumpió el moreno por fin, armándose del poco valor que le quedaba, acumulándolo en los dedos con los que se atrevió a tocar el brazo del joven alemán, para detener la huida que pudo adivinar a tiempo— puedo demostrártelo si me concedes solo una noche...o dos...—


Des respiró profundo y se llevó una mano al rostro, negando con la cabeza. A pesar de que sólo eran minutos los que llevaba charlando con el menor, ya sentía que le dolía la cabeza. Fue entonces que arrastró al moreno hacia un salón vacío que servía como bodega, tirando de los bordes del saco verde oscuro que caracterizaba a los jóvenes recién ingresados a esa escuela. Una vez adentró, no dudó en acorralarlo contra algunas cajas, para demandar un beso. El joven de piel blanca se apartó sutilmente, algo sorprendido al descubrir la suavidad y carnosidad de los labios ajenos. Comenzó a reír al ver que Spindler temblaba y tenía los ojos bien apretados, como si fuera un mounstro quien intentaba comérselo vivo, lo que encontró adorable. Esos gestos eran suficientes para comprobar que su nuevo acosador no tenía experiencia alguna ni en el contacto físico ni mucho menos con alguien de su mismo sexo, un joven virgen en toda la extensión de la palabra. Pero aun así, sabía que no podía apostar a lo que Leo pretendía.


—Jamás habías sido besado por un hombre...—susurró el joven del tercer grado, deslizando sus dedos sobre las mejillas morenas de su presa, permitiendo que los orbes esmeralda contemplaran la forma en la que su saco borgoña resbalaba suavemente hasta atorarse en la parte media de los brazos, a modo de incitación. Des estaba a meses de graduarse, no era popular pero resultó ser buen alumno y un excelente amante. Un caballero bisexual que rara vez se negaba algún placer y que ahora estaba siendo cortejado de forma torpe por una joya latina que parecía deshacerse entre sus dedos. Demasiada tentación para alguien que siempre tenía la cabeza fría.


—Me alegro que seas tú el primero—confesó Spindler, regalando una sonrisa cálida que impresionó a su compañero al grado de obligarlo a apartarse. Leo estaba confundido, pero tenía la apuesta y el corazón en una mano, y no se retractaría. Si algo le caracterizaba, era su necedad— ¡Des, por favor! ¡Tan sólo una noche!—


—¿Qué te hizo pensar que te aceptaría?— replicó Aeva, con una mano en la frente. Comenzaba a desesperarse porque ahora la tentación le comía las entrañas— soy mayor que tú, pertenezco al grupo que se graduará al final del periodo, ¿por qué yo?—exigió saber.


—Por que eras el único que brillaba en medio de todas estas escalas de grises que nos rodean—balbuceó el brasileño, acercándose lentamente hasta acortar distancias— cuando te vi en la sala de profesores, parecías un ángel. Resplandecías con luz propia, como una visión justo antes de que la vida se extinga. Eras poesía visual y supe que podía intentarlo...aunque fuera un poco...— Sus manos se deslizaron sobre el pecho ajeno, y a pesar de que Aeva deseaba alejarse, el cuerpo no le respondió como necesitaba— déjame ser tu amante, Des. Sólo eso. Lo admito... quiero saber lo que hay debajo de esta camisa— susurró apasionado, deslizando sus dedos entre los botones nacarados del uniforme de tercero— quiero saber que hay debajo de tu piel... quiero saber todo del joven Aeva, se mi maestro antes de que el ciclo escolar te arrebate de mi camino...—

Amar y querer no es igual (Des x Leo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora