GAME OVER.

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-Coronel Buitrago, ¿Es usted tan amable de hacer el honor y revisar las mochilas de las presentes niñas?

Un joven policía que se había situado detrás de las sospechosas dio un paso adelante y se pronunció:

-Las mochilas de Jennifer y Daniela están limpias, no pudimos revisar la mochila de Ana, pues el Coronel quiere hacerlo él mismo.

-Oh, interesante -Dijo Angelic mirando fijamente al Coronel- por favor, prosiga.

El Coronel corrió todos los cierres de la mochila y la volteó, dejando que todo su contenido cayera al suelo, de tantos cuadernos, entre ellos, cayó algo pesado, negro y metálico, un arma... con silenciador incluído. El Coronel Buitrago se llevó las manos a la cara, estirándola, con miedo, preocupación y desesperación. Jennifer miró a Ana con furia, una ira indescriptible, una mirada que quemaba la sangre; Ana sólo respondió con un sollozo y una aspiración de mocos intensa.

Paola se paró frente a ellas y, con una mirada llena de dolor dijo:

-Me siento desilusionada, triste, decepcionada y traicionada, sobre todo por tí, Ana, que fuiste mi amiga hace muchos años, compartimos tantos momentos juntas y decides unirte a Jennifer, participar en su plan y hacer caso a sus venenosas palabras, para lastimarme, matarme. ¿Estás consciente de esas palabras? ¿Qué te dijo ella para que te volvieras contra mí? ¿Qué te he hecho yo?

Los ojos de Ana estaban rojos, sosteniéndo las lágrimas, no era capaz de ver a Paola a los ojos, se frotó las manos con nerviosismo y luego se limpió las lágrimas que le caían sin permiso por las mejillas. Se llevó la mano derecha al bolsillo, como si necesitara papel; sin embargo, no sacó papel, sacó un pequeño objeto de color metal en la mitad superior y en la inferior de color negro, no perdió tiempo y se abalanzó sobre Paola, clavándole el cuchillo en el cuello varias veces. El policía tomó a Ana de los brazos, haciéndole una llave de tal manera que soltara el arma. Ana lloraba con fuerza mientras veía a Jennifer con agonía. Jennifer por su lado, sonrió de oreja a oreja y se carcajeaba como una psicópata. Angelic vio toda la escena inmóvil, la impresión y lo repentino de los hechos la había paralizado, veía como la sangre de Paola salía a borbotones de su cuello. Las demás estudiantes, presas del pánico, huyen, gritando y llorando, Laura corrió a socorrer a Paola, tapándole la herida con la bufanda que alcanzó a robarle a alguien del público.

Paola, pálida, miró a Angelic con miedo, un miedo auténtico, gemía por aire, un aire que no llegaría más a sus pulmones, ahora sólo había sangre. Angelic ignoró todo a su alrededor y se arrodilló frente a Paola, tocándole la cara y manchándose las rodillas de sangre. La miró a los ojos, esos ojos color chocolate, recordó la promesa que se había hecho mentalmente: "La voy a proteger a toda costa...". Le dolió en lo más profundo de su alma no cumplir una promesa con ella misma. La abrazó fuerte, le rogó por perdón, le rogó que la perdonara por ser tan despreocupada y enfocarse en otras cosas en lugar de lo más importante: su vida.

- Bitte... vergib mir -Dijo lentamente con la voz quebrada-.

Paola sólo la miró, aún asustada, pero ya sin fuerzas. La miraba sin mirarla, Paola miraba su alma, no le dijo nada más que gemidos de sufrimiento. Laura sólo observó la emotiva escena en silencio, las tres estaban repletas de sangre, pronto se dio cuenta que ya estaban solas en la capilla. Lo más probable era que alguna ambulancia estaba en camino, pero aún así ahí estaban, solas. El ambiente se tornó melancólico y sombrío.

Angelic se separó de Paola lentamente, la sangre ya no salía con tanta fuerza de su cuello, tenía todo el uniforme manchado, una expresión lúgubre se asomaba por sus ojos, Paola yacía en el suelo, pálida e inerte, con los ojos abiertos, mirando la estatua de la Vírgen María colgada en la pared. Laura vio que, a pesar del emotivo momento, Angelic no había derramado ni una sola lágrima, sólo había sudor en su frente y sangre en casi todo su cuerpo. No se movió del lugar, se quedó ahí acompañando el cuerpo.

-No la pienso abandonar, no ahora. Todo esto es mi culpa.

Cuando la ambulancia llegó, Angelic ya le había sentenciado once minutos de muerta a Paola. La policía se llevó a Ana, Daniela y Jennifer a la correccional de menores. Las madres de Paola (imagínate tú) llegaron antes que la ambulancia. Ambas mujeres estaban devastadas y se notaba fuertemente su dolor.

Angelic les explicó todo. Las madres rompieron en llanto y acompañaron a la ambulancia rumbo a la morgue. Laura dio testimonio de todo lo que pasó, incluso desde el día que Angelic encontró los códigos. Los inspectores que acudieron al lugar por parte del coordinador, estaban asombrados por la historia. Interrogaron a Angelic para saber cuáles fueron sus deducciones frente al caso, Angelic lo contó todo como si fuera lo más elemental.

-Si quieren algo extraordinario, interroguen a Jennifer, pregúntenle cómo amenazó a sus cómplices para que le hicieran caso, pregúntenle porqué no le importa que hayan descubierto sus planes.

Los inspectores asintieron y se fueron junto a la patrulla de policía.

El veredicto del juez fue que las tres criminales quedarían en la correccional hasta cumplir la mayoría de edad y de ahí se les haría el respectivo juicio para llevarlas a la cárcel y que cumplan con su sentecia.

La Secundaria cerró tres días para que las estudiantes no se estresaran con lo sucedido, todas se veían seriamente afectadas y preocupadas por el asunto.

Laura y Angelic fueron a sus respectivas casas a descansar, a librarse de ese peso, a ganar un poco de paz interior.

Asesinato en la Secundaria. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora