Capítulo #19: Sugawara Koushi, un tramposo por perder

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No conocía al amor, pero sabía cómo era su fase previa. En segundo grado, fue uno de esos niños que se apegaron demasiado a su maestra, al punto de llevarle florecillas arrancadas del parque, dedicarle dibujos o regalarle una parte de sus dulces. Esa primera experiencia con esa clase de sentimientos fue catalogada como un amor platónico infantil, por lo que no era tomada tan en serio. La siguiente, más válida para el resto, ocurrió a los doce años por una chica de su clase. Era la mejor dibujante del salón y consideraba que su voz era la más agradable. Con un par de interacciones, notó que su corazón se emocionaba al oírla cerca y que sus ojos la buscaban muy a menudo; supo que era una atracción cuando le dolió de más enterarse de que se mudaría a Shibuya al finalizar las clases.

Desde entonces, Suga tuvo unas cuantas advertencias de que alguien le estaba gustando que nunca llegaron a ser realidad. No quería descontrolarse sin estar seguro de que lo que surgía en él podría ser correspondido, no quería desilusionarse de nuevo. Aprendió a suprimir sus intereses románticos en cuanto aparecían, ahorrándose malas experiencias en el proceso. Sería un amigo cercano en el mejor de los casos, uno que esperaba tener una oportunidad para avanzar que nunca se le presentaba y que, en cambio, observaría cómo esas personas lo pasaban por alto o preferían a alguien más.

El caso más complicado había sido el de una amiga que siempre estuvo enamorada del representante de la sección y candidato a ser el siguiente capitán del club de Natación. ¿Cómo iba a competir contra semejante prospecto? El chico no solo era uno de los mejores estudiantes, era un raro caso de un destacado deportista aplicado también, y eso solo nombrando sus logros. Para rematarlo y expulsarlo de la competencia, su cuerpo estaba tan bien formado que ni el uniforme era capaz de opacarlo. Suga recién comenzaba a desarrollarse en esos días, así que se quedaba muy atrás. Aunque debió ser sencillo apagar sus sentimientos, su mente iba de él a ella; a veces, el muchacho era quien más lo distraía, cosa que creyó producto de aspirar ser como él.

Todo se complicó en la preparatoria. Hasta esa fecha, estuvo seguro de que solo con mujeres aplicaría su método de freno de emociones; entonces, ¿por qué su mirada caía tan a menudo en su compañero de equipo? Durante los primeros meses, no le prestó demasiada atención a su interés por conocer tanto a Daichi por estar convencido de que solo quería ser su amigo. Admitía para sí mismo que el chico tenía lo suyo; su contextura era envidiable, y aunque su rostro era más bien común, no podía negar que era de buenos perfiles. Además, le agradaba su optimismo incluso superior al de los mayores, era como si él fuese la fuente de la motivación del club. No les costó nada amistarse, Suga estuvo contento por eso.

Fue en verano que sintió los cambios que ya había aprendido a frenar. Se fijaba mucho en ese espacio entre el short y las rodilleras, a veces se trasladaba al short como tal. Cuando el sudor hacía que su camiseta se adhiriera a su cuerpo, se fascinaba viendo a esos músculos trabajar. Descubrió la dirección exacta de Daichi un día que tuvo curiosidad de acompañarlo hasta el final del camino en vez de separarse en el punto de siempre; ni siquiera había pensado que vivían tan cerca y que por eso coincidían durante la mayor parte del trayecto. Desde esa vez, caminaron juntos tanto de ida como de vuelta, lo que les permitió conocerse más allá de la dimensión del voleibol. Tanta interacción ayudó a que Suga se percatara de que su cuerpo reaccionaba a él de una manera que un amigo no debía provocar.

A partir del descubrimiento inicial, su estado de alerta estuvo más que activo alrededor de él. Creía que exageraba, que era imposible que un compañero enloqueciera a su ritmo cardíaco con su cercanía, que solo observaba sus músculos porque deseaba esa figura, que buscaba estar a su lado porque conversar con él era divertido y nada más. ¿Cómo iba a gustarle un igual si siempre le habían atraído las opuestas? Era solo un interés por ser su amigo ya que compartían mucho en común, quería convencerse de aquello, pero Daichi hacía que todo fuese más complicado.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora