Daichi no siempre estaba seguro de cómo sentirse. Sus esperanzas se habían disparado por los cielos hacía una semana gracias a la insistente indagación sobre las diferencias de gustar y amar; pensó que era una excelente señal. Tal vez ya estaba enamorado de él y quería confirmarlo, quizás notaba que su atracción se transformaba en algo más intenso que no sabía definir; pero también podía seguir lejos de su objetivo y solo preguntar para tener el dato en caso de alcanzarlo algún día.
No iba a mentir, estuvo muy ansioso los días siguientes a esa conversación esperando una confesión que no llegó. Había soñado más allá de lo posible, al parecer. Por cada noche que se acostara aún enfermo, más fuerte era el golpe que se daba en su mente. Iluso. Si ya tenía una idea sobre cómo era el amor, debió identificar alguno de sus ejemplos como suyos. Que no haya hecho movimiento alguno era prueba de que aún no llegaba a nada.
Su nivel de esperanza hacía variar su estado anímico. Los chicos podían encontrarse a un Daichi bastante contento en la práctica matutina y luego sufrir el mandato casi tirano de un capitán malhumorado en la tarde. Lo bueno: era atribuible a la presión de la cercanía a las eliminatorias. Lo malo: aún no estaba seguro de que su cansancio progresivo fuese la consecuencia de su molestia o si se debía a un empeoramiento de su condición.
Para calmarse, trataba de hallar la respuesta que no pudo darle con precisión. ¿Cómo se dio cuenta de que estaba enamorado? Daichi lo recordaba como algo muy casual y acompasado. Inconsciente. Fue obra de la voz en su cabeza percatándose de sus cosas antes que él mismo.
Se acercaban a una tanda de exámenes en segundo año. Por más que el profesor resolviera muchos ejercicios similares en la pizarra, no había manera de que el procedimiento tuviese sentido en el cerebro de Daichi. La trigonometría nunca había sido su amiga, pero esa vez estuvo por sacarle arrugas. Sus ideas se iban por la tangente de lo perdido que estaba. Los ángulos eran tan agudos para amenazarlo con cortarle el cuello si fallaba.
A diferencia de él, Suga no parecía tener complicaciones con todas las funciones de la calculadora que debía activar. Le quedaba muy poco tiempo libre para estudiar, así que debía aclarar sus dudas esa misma semana o estaría frito. Cuando le pidió que lo ayudase a comprender la materia, con una mueca culpable de su boca y las cejas algo fruncidas le dijo que no le sería posible esa tarde, pues tenía un compromiso familiar. Quiso golpearse la frente en ese instante, ¿cómo no se acordó de que estaba ocupado si se lo había contado la semana anterior?
—¿Estás muy mal? —preguntó al ver su reacción.
—Nada que no pueda solucionar estudiando toda la noche.
—No te desveles, Daichi —advirtió.
—Trataré de conseguir a alguien más que sepa —murmuró, más para quitarle algo de culpa a Suga de encima que por ser verdad.
—Claro. —Su tono le dejó saber que no le había creído.
Suspiró. Cualquier tema de Matemática era un caso perdido si Suga no era quien se lo explicaba. No se llevaba del todo bien con uno de los mejores de la clase y la otra amiga capaz de entender esos ejercicios era como Hinata o Nishinoya: le salía bien por instinto, por lo que era pésima enseñando. Sus amigos de otras secciones no veían problemas tan complicados. Ese día se resignó a intentarlo por su cuenta y a cambiar de asignatura si no lo lograba.
La mañana siguiente, recibió un mensaje de Suga avisándole que no llegaría a tiempo a la práctica, que fuera sin él a la escuela. Nunca le respondió por qué. «Ojalá solo se le haya hecho tarde». Entre su preocupación por la demora del ya vicecapitán y por considerar la cancelación del entrenamiento de la tarde para poder estudiar, llegó la hora de recoger y cambiarse el uniforme. Cuando entró al salón del club, escuchó pasos apresurados a sus espaldas. Al voltear para regañar a quien fuera que corría en un espacio tan estrecho, las palabras se estancaron en su garganta.
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Cuando las flores hablen por él
FanfictionCualquiera dudaría la existencia de una enfermedad provocada por amar sin ser correspondido, y mucho más si esta hacía crecer flores dentro de la persona desdichada. Suga estaba convencido de que era un cuento más que su madre le relató de niño, per...