Capítulo #14: No confíes en las primeras impresiones

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Lo menos que había imaginado al investigar los primeros auxilios a aplicar en una persona con asfixia era que los emplearía en tan pocos días. Su plan era aprenderse el procedimiento desde temprano para sabérselo de memoria en el mes que había calculado que pasaría antes del primer ahogo. No, tuvo que actuar semanas antes de lo que creyó. Se suponía que la segunda fase iniciaría alrededor del nueve de julio, ¡pero aún era junio! Aunque agradecía haberse adelantado a los hechos y no haber dejado esa tarea opcional a última hora, no le gustaba ver a Daichi así, no estaba listo para ver a Daichi así.

Después de casi dos meses, Suga estaba seguro de algo: odiaba atestiguar cómo tosía las flores. Claro, siempre estaría dispuesto a ayudar, solo que había un montón de factores que lo incomodaban. Primero, era horrible ver a alguien cercano sufrir, sin importar la manera. Agregándole a eso que Daichi solía dar la imagen de alguien muy estable y resistente, era una verdadera impresión que alguien así pudiera lucir tan vulnerable. No quería tantas dolencias para él, no quería que la desesperación del ahogo lo llenase de miedo cada tantos días.

Segundo, la conmiseración no era algo que le agradara mucho, pero, ¿cómo no iba a sentirse mal por él? Si por algo deseaba que el hanahaki fuese solo un cuento, era por lo triste que resultaba ser. No solo le dolerían algunas partes del cuerpo, sus sentimientos también eran heridos por cada flor que brotaba en sus pulmones, recordándole que su amor era unilateral aún. Debía de ser desesperanzador. ¿Cuánto amaba a esa persona como para soportar una enfermedad que le cortaba el oxígeno y lo acercaba a la muerte? ¡Más valía que se percatara de sus sentimientos y los desarrollara de vuelta! Y de ahí venía el tercer punto: tampoco era feliz con la leve rabia que a veces aparecía en contra de una persona sin rostro en sus conocimientos.

Era una combinación de sentimientos propios y de cómo imaginaba que estarían los de Daichi lo que hacía que odiara todo esto. No poder hacer más que alentarlo a enamorar a un anónimo para ayudarlo a sobrellevar la enfermedad era frustrante. Colaborar más lo haría sentirse mejor consigo mismo; aprender primeros auxilios fue una buena idea, aunque se quejara de que seguramente tendría la marca de su mano plasmada en la espalda por unos días en los que no se cambiaría frente a nadie en el club.

Estaba a punto de decirle que le dejase ver la marca si de verdad le aparecía cuando la encargada de la enfermería abrió la cortina y les entregó una botella de agua. Daichi la tomó e iba a destaparla luego de que la señora se fuera, solo que tosió una vez más. Había aprendido que era normal que tosiera un poco después de los ataques más fuertes, así que no le dio mucha importancia. Sin embargo, cuando Daichi no siguió abriendo la tapa sino que lucía como si algo estuviera en su boca, la preocupación se asomó por sus ojos.

—No puede ser —se le escapó al ver el pétalo rojo entre sus dedos—. Espero que salga en pétalos para que no te vuelvas a asfixiar.

—Y esto todavía es la primera fase —Daichi exhaló, cubriéndose el rostro con las manos. Su exasperación era visible.

Suga agarró la botella y terminó de quitarle la tapa.

—Bebe un poco de agua antes de que sigas tosiendo, debe dolerte la garganta.

—Gracias. —Mostró una pequeña sonrisa de lado antes de apresurarse a tomar un par de tragos.

Calculó bien, porque la tos regresó poco después de soltar la botella en la mesita de al lado de la camilla. La mano derecha de Daichi se llenó de pétalos rojos en segundos. Por suerte, la segunda flor del día no le causó problemas mayores.

—¿Cómo reconocerás esa? —preguntó al estar seguro de que había expulsado todo.

—No hace falta. —Frenó bruscamente para beber mucha agua. Su voz salió menos áspera al continuar—. Es otra francesilla, ya la reconozco como me la pongan.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora