Capítulo #29: Sin restricciones

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Era el fin de una práctica mañanera que fue más intensa de lo normal para compensar el descanso que habría esa tarde por fumigaciones en la escuela. Suga trotó con las fuerzas que le quedaban hasta donde estaba su termo en el suelo, desesperado por sentir cómo recuperaba vitalidad con cada trago de agua. Sin embargo, en el momento de llevar el pico a su boca e inclinar la cabeza hacia atrás para beber, un tipo de frescura diferente lo bañó, literalmente.

—¿Qué? —dijo al alejar el termo de sí mismo y encorvarse para que la camiseta mojada no se pegara a su cuerpo. Inútil, porque todo su frente desde la barbilla para abajo se había empapado y goteaba.

Detrás de él, escuchaba a Nishinoya tratando de esconder su risa y a Tanaka carcajear sin disimulo.

—¡Alguien busque un trapeador! —El único consciente pareció ser Ennoshita, quien no se encargó él mismo de hacerlo porque recogía los balones.

—¡Yo iré! —Yamaguchi fue quien le respondió. Pudo comprobar que obedeció al instante porque volteó a ver al resto.

No, no debía engañarse más a sí mismo. Volteó a ver a Daichi. Lo encontró acercándose a Tanaka con la mirada ensombrecida. Sonrió de lado sin despegar los labios; sabía que iba a enojarse. Nishinoya se percató de la amenaza y se alejó de su amigo sin rastros de la risilla que trataba de ocultar. Se dirigió hacia él, en cambio.

—Suga-san —susurró con un leve codazo a sus costillas—, es evidente que te gusta si lo ves así.

—¿Eh? —Si la función del anuncio era cambiarle la expresión, había funcionado—. No digas eso tan de repente, Nishinoya.

—Tenía que hacerlo antes de que alguien más se diera cuenta. ¿Cerraste mal la tapa? —Señaló al termo en su mano derecha con un gesto de la cabeza.

—No, estoy seguro de que la cerré bastante fuerte. Creo que lo terminé de romper.

—¿Se estaba dañando?

—Tenía una grieta por aquí. —Lo acercó a sus ojos y lo examinó hasta hallar un defecto que lo hizo sisear—. Uh, esto no tiene arreglo.

—Con razón te diste un baño —comentó el líbero, divertido. Veía el daño en la tapa de puntillas.

—Es bueno que haya pasado al final de la práctica, hoy no traje otra camiseta por no haber actividades en la tarde.

—Suga —llamó Daichi, uniéndose a ellos. Tras él, podía ver a Tanaka algo encorvado y con la mano en el hombro, como si se lo hubiesen golpeado—, ten. Sécate.

—¿No es tu toalla? —preguntó antes de tomarla.

—No la he usado. Tengo otra. —Se encogió de hombros.

—Gracias. —Le sonrió.

Si bien podía aprovechar y secarse el sudor, solo se deshizo del exceso de agua en su mentón y cuello. Estaba demasiado consciente de que era algo que Daichi le había prestado. Si hubiese hecho más uso de la toalla, no se habría sentido capaz de devolvérsela sin antes lavarla; no le daría algo infestado de un olor que no era de sus mejores. No estaba seguro si eso era una manifestación intrascendente de su educación o si era uno de esos pensamientos rebuscados por no quedar mal ante quien le gustaba.

Fue al salón del club tan pronto le devolvió el paño a Daichi para cambiarse la ropa húmeda por el uniforme seco. Se hidrató al toparse con el bebedero en el camino y botó el termo roto a la basura, suspirando. Hacía ya unas semanas que necesitaba uno nuevo, pues sabía que esa grieta en la tapa iba a agrandarse rápido; pero no pensó que llegaría a su límite tan pronto. Había sido cuidadoso de no ser brusco al ponerla y quitarla, supuso que ni esa prevención fue suficiente o que no había sido suave en absoluto. Fuera como fuera, su demora en la compra le costó una empapada y un par de burlas de los testigos.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora