Un amor por correspondencia

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Recomiendo leer el texto con la música para mayor dramatismo. 

___ MIKASA ___

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___ MIKASA ___

Una historia de amor puede surgir de muchas maneras. Las que más me gustan suelen ocurrir bajo el toldo de una cafetería en un día de lluvia, o un tropiezo casual en un paseo marítimo poco transitado. Adoro que comiencen con un cruce de miradas o con un roce de manos. 

Dicen que el amor siempre entra por los ojos, aunque en mi caso, yo todavía no he conocido al mío. Mi fantasía no empezó en ninguna cafetería o en un paseo marítimo. No hubo contacto físico ni miradas maravilladas. Lo único que hemos intercambiado son palabras, promesas escritas en tinta y envueltas en un sobre con una bonita dedicatoria. 

Cartas. 

Cartas que ambos esperábamos con impaciencia todos los meses, escritas de nuestro puño y letra, con la caligrafía cursiva y más perfecta que nos permitían nuestras manos. Las mías solían ir acompañadas de alguna pulsera de cuerda que hacía yo misma; las suyas, venían impregnadas de fragancias aromáticas y puntos de lectura hechos con hojas y flores silvestres. 

Lo nuestro, era un amor por correspondencia. 

Decidimos que era mejor seguir manteniendo el anonimato; si alguna vez nos veíamos, queríamos que fuera en persona. Pero eso no ocurrió. Sus cartas dejaron de llegar desde Washington (Estados Unidos de América) tras recibir la llave que abría las puertas de mi corazón, el cual acabó por romperse en pedazos. 

Mis amigas dicen que las relaciones a distancia no existen, que no se pueden conservar porque lo que nos llena son los besos y las caricias. Me he cansado de discutir lo contrario, aunque aún guardo sus mensajes en una caja de madera junto a un jarrón de rosas que me hace recordar el perfume que los papeles han ido perdiendo con el tiempo. 

Abro mi cofre del tesoro y saco el último sobre, prometiéndome que esta será la última vez que le eche una ojeada. Deslizo mis dedos por el labio del papel para despegar el adhesivo y extraigo de su interior la nota que tanto me he molestado en conservar. La leo en silencio, mis orbes grises perdiéndose entre la tinta negra que ocupa la mayor parte del folio. En su momento lo consideré un poema precioso; ahora, las palabras no causan ningún efecto en mí. 

𝐌𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐢𝐠𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐥𝐮𝐯𝐢𝐚 [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora