Cuéntaselo todo al tito Connie

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___ EREN ___

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___ EREN ___

Estudio la expresión de Mikasa minuciosamente, esperando distinguir cualquier atisbo de nostalgia en sus ojos. Mis orbes pasan de sus iris plomizos al rosa de sus labios, y vuelven a hacer el camino de vuelta.

 Aprieto su muñeca y noto las agitadas pulsaciones de su corazón taladrándome los dedos. Aunque ya no soy capaz de distinguir si son las suyas o las mías. Nuestros ojos se encuentran por un instante y creo reconocer un brillo esperanzador en los suyos, lo que consigue cortarme la respiración.

Si Mikasa fuera mi chica de Londres, quizás ya no me preocuparía en buscar escusas para enfrentarme a la mierda de mundo en el que vivimos. 

Ella mueve los labios como si estuviera a punto de decir algo, no obstante unos pasos a mis espaldas nos sacan a ambos de nuestro ensimismamiento. Mikasa se zafa de mi agarre y se apresura a quitarse la pulsera y devolverla a la taquilla.

-- Ey, llevo esperando veinte minutos -- dice una voz que me suena increíblemente familiar --. ¿Se puede saber que estás...? Eren...

Me giro con la mandíbula tensa para cruzar miradas con Jean, que aprieta en su mano las llaves del coche y parece tan molesto de verme como yo a él. Le saludo con la cabeza y escodo disimuladamente mi colgante en el bolsillo trasero del pantalón.

-- Oh, Jean, siento haberte hecho esperar -- se disculpa Mikasa --. Eren me estaba comentando lo maravilloso que es este libro -- sonríe, agitando los poemas de Shakespeare en el aire. 

-- Ah, ¿a ti también te gusta la poesía? -- me pregunta, como si no recordara la noche en la que Marco encontró los bocetos de mis poemas.

-- Sí, bueno... -- me encojo de hombros para quitarle importancia --. Los entiendo mejor que las mates.

Jean arquea las cejas en una expresión irónica. Entonces mira por encima de mi hombro para espiar a Mikasa, que está trasteando algo en la taquilla. La chica asiente con la cabeza, cierra su compartimento y se cuelga su mochila al hombro. 

-- Bueno, Eren -- me dice cuando pasa por mi lado, ofreciéndome una sonrisa --. Es un placer hacer negocios contigo -- entonces me tiende la mano --. A ver cuando me dejas tú algún libro.

Sin terminar de entender a qué viene tanta palabrería, estrecho su mano con vacile. Cuando nuestras manos se entrelazan, siento un pequeño bulto interponiéndose entre nuestras pieles. Busco los ojos de Mikasa y compruebo que su expresión ha cambiado radicalmente a una más seria. Señala nuestras manos con sus orbes grises y yo asiento con la cabeza levemente.

-- Cuando quieras -- respondo, esbozando una sonrisa forzada.

Ella me devuelve el gesto y retiro la mano, arrastrando disimuladamente el pequeño bulto que me ha pasado. Escondo ambas manos en los bolsillos de mi chaqueta y observo como Mikasa se reúne con Jean, quien le rodea la espalda con un brazo y le posa un beso en la frente. 

𝐌𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐢𝐠𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐥𝐮𝐯𝐢𝐚 [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora