•Cero•

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No sé cuándo ni dónde comenzó.

Hay tantos recuerdos y tantas experiencias que no soy capaz de identificar el momento exacto en el que mi vida cambió por completo. Tengo una lista en mi cabeza, larga por lo vivido y memorable por lo sentido, que a veces, cuando el insomnio y las pesadillas colisionan contra mí para hacerme una noche agobiantemente extensa, las recuerdo.

Pero hay otras veces en las que mi memoria queda totalmente en blanco.

Analizarlo, por ende, es complicado y arduo, invocar esos recuerdos es como revivirlo a carne propia, se siente hasta real a veces. Quizá todo comenzó cuando conocí al arquero hace seis años atrás, era pleno invierno y entre la helada y la oscuridad de la noche ambos peleamos para no ser presas de la muerte; o el cambio se produjo en el momento en que me integraron a SHIELD y en alguna de las incontables misiones que realicé para eĺlos.

Aunque, probablemente, para encontrar una respuesta debo recurrir a hace varios años atrás, cuando durante una tarde, y como todos los días, utilizábamos el único rato libre con mis padres para caminar por nuestros campos. Era otoño, casi invierno, el sol brillaba con poca intensidad y hacía mucho frío, pero yo, con tan solo siete años y envuelta con varias capas de abrigos, corría, saltaba y cantaba entre los trigales. Mis padres, también incitados por mis juegos, me seguían de cerca.

Mamá cantaba conmigo, papá siempre tenía un semblante serio durante el día, pero en ese momento, solo en ese momento, lo veía sonreír.

Todavía recuerdo haberme metido entre los matorrales, sentir la aspereza de las platas en las palmas de mis manos y la brisa fría sacudir mi cabello, haciéndome cerrar los ojos.

El viento soplaba; el sonido, fusionado con la canción de cuna de mamá, se asemejaba a un susurro lejano. Era tan verosímil que parecía que me decía algo, como si me anticipaba lo que iba a pasar, pero yo no lo escuché.

A medida que avanzaba, el canto se hacía inaudible, ya no percibía sus pasos pisando los míos. Entonces, escuché sus gritos. El viento cesó, el frío se volvió feroz y el cielo se tornó oscuro.

—¡Natalia!

Mamá había gritado, me volteé y pude ver la silueta de papá entre los matorrales tratando acercarse a mí. El primer estallido paró mi corazón, enseguida un peso muerto resonó contra el suelo. El grito desgarrador de mi mamá me obligó a despegar mis pies del suelo y a mover mis piernas, pero antes de llegar a su encuentro otra explosión me quitó el aire y me desarmó por completo.

Papá ya no sonreía, mamá ya no cantaba. Todo era demasiado rojo. Ambos estaban tendidos en el suelo, su alegría estaba inmóvil y su vitalidad apagada, envuelta entre la oscuridad escarlata que de a poco los envolvía.

Lloré e intenté escapar, pero ellos me atraparon. Les grité y rogué que me ayudaran, pero les gritaba a cuerpos sin vida, como si ese diminuto grado de esperanza entre mi desesperación los volviera a la vida. Mis padres ya estaba muertos, no podían hacer nada.

Esa fue la última imagen que tuve de ellos, esa que borró todas las anteriores brusca y posesivamente, con la que a partir de ese momento iba a cargar con pesar de ahí en adelante, la que me iba a torturar durante mi entrenamiento en la KGB y la que me iba a carcomer la conciencia enervando que era mi culpa.

Podria decir que ese fue el momento exacto donde mi vida iba a cambiar para siempre.

Pero mi vida está lejos de terminar.

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¡Hola! Aquí yo otra vez con la versión de Nat. Gracias por haberme alentado a escribir esto, si no hubiera sido por ustedes probablemente ni hubiera escrito otra vez ♡

Quería seguir con la misma estética de la anterior pero van a haber unos cambios, la historia de Nat es más rica en tiempo pasado, así que van a haber más escenas de su pasado que del presente.

Espero que reciban bien esta historia, y como siempre, gracias por leerme ♡

- Cami ✌

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