•Diez•

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Desde que Barton me contó que estuvo con otra mujer, las cosas entre nosotros empeoraron.

Me interceptó en mi habitación de SHIELD, ni bien llegué de una misión que duró un mes. Supe por la expresión de su rostro que lo que iba a escuchar salir de su boca no iba a ser nada bueno. Antes de comenzar, respiró profundo, y me lo confesó.

—Fue hace una semana. Mi hermano me invitó a ir por unas cervezas y... —suspiró, con pesadez, como si hablar se le dificultara— y hablamos de nosotros, de nuestra infancia, y se me fue un poco la mano, tomé mucho, tomé de más. Y después aparecieron estas chicas que... Nos estuvieron viendo durante toda la noche, se acercaron y... Barney coqueteó con una y terminó yéndose con ella y yo me quedé solo con su amiga y... Estaba muy borracho, Nat, no sabía lo que hacía. Terminé acostándome con ella.

Sentí que me estaban apuñalando. Pero no me moví, no reaccioné, ni siquiera pestañé. Intenté hablar, pero un nudo surcó mi garganta, me costaba hasta respirar, me escocía el pecho por dentro. Éste era un dolor nuevo, nunca lo había sentido en mi vida, y no terminaba de entender del todo por qué se había generado.

—N-no entien... —comencé, pero mi voz salía forzosa, ahogada. Me aclaré la garganta y rogé para que ese nudo desapareciera lo antes posible—No entiendo por qué me lo estás contando.

Su aspecto avergonzado, dolido y culpable cambió rotundamente para dejar una expresión confusa, desconcertante. Parpadeó varias veces y arrugó el entrecejo.

—¿Qué? Pero...

—Está bien que me lo hayas querido contar, nos contamos muchas cosas —le interrumpí. Crucé mis brazos, adopté una postura defensiva—. Pero no entiendo por qué te sentiste obligado a decírmelo, ni por qué crees que me iba a afectar, si solo somos amigos, Clint.

Barton pareció que se iba a desplomarse en cualquier momento.

—Amigos que tienen sexo cada vez que se ven —dijo, como si hubiera sentido la necesidad de aclararlo.

—Pero amigos al fin —señalé—. Solo amigos. Podemos estar con otras personas, nunca dijimos lo contrario, no somos exclusivos uno del otro. No somos parejas, no tenemos por que sernos fieles. Solo somos amigos con... ciertos derechos.

—Natasha...

—No me tenés que explicar nada. No dejes que te afecte, a mí no me afecta en nada. Podes estar con las mujeres que quieras, no sientas culpa.

—Nat, ¿me podes escuchar?

Negué con la cabeza. Me quería ir de ahí, me sentía acorralada, me faltaba el aire, no soportaba verlo a los ojos sin sentir una punzada intensa en el pecho. No podía estar en una misma habitación con él. Yo también me iba a desplomar.

—Me tengo que ir a casa —me dirigí a la puerta, antes de salir (o escapar), lo miré una última vez—. Está todo bien, Clint. Está todo bien.

Pero no lo estaba. Caminé por los pasillos del establecimiento con los ojos aguados, martirizándome cada vez que tenía que fingir una sonrisa cordial a colegas con los que me cruzaba. Prácticamente corrí hasta mi auto y no quise volver a verlo por un tiempo. Deseaba no verlo jamás pero eso iba a ser contradecirme, le tenía que hacer creer mis mentiras, a él y a mí.

Pasé tres días sin verlo y cuando volví a la base, traté de retomar nuestra rutina, actuando como lo hacía siempre, natural y despreocuoada. Pero pasaban los días y cada vez más me costaba fingir como si no hubiera pasado nada, tratarlo con normalidad era más difícil que aguantar la respiración varios minutos y desmayarse despúes. En realidad, lo sentía así. Estaba dolida y confundida. Por más que intentara convencerme de lo que le había hecho creer, no podía. Solo éramos amigos, ¿por qué me sentí traicionada?, nada de nosotros le pertenecía al otro. Barton podía estar con cual mujer se le cante, yo no me podía sentir mal con respecto a eso. Era su amiga, solo su amiga, no teníamos vínculo más fuerte que eso. Pero yo también salía, los hombres también me coqueteaban, sin embargo yo sabía controlarme, conocía y manejaba mis límites. No eramos nada, no, pero durante todo ese tiempo que mantenía relaciones carnales con el arquero, no había estado con otro hombre, no quería, él me bastaba. ¿Para Barton acaso no era lo mismo?

13 BULLETSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora