Blood's Heart

Blood's Heart capítulo 10

Si se preguntan "¿Qué tiene que ver esa parte de tu pasado con lo que se avecinaba?" Pues quizas nada, quizás solo quería contarles. O tal vez es el punto clave de mi historia. Pero sería algo que ustede mismos averiguaran, no les dejaré el trabajo fácil...

BLOOD'S HEART

Elizabeth llevaba una maleta de color negro en su espalda. Era un chica práctica. Se sentó a mi lado y empezó a rebuscar en la maleta.

-¿Qué quieres hacer hoy?

-No... no lo sé.

Contesté, aunque me agradaba estar con ella, siempre esa actitud insegura salía a flote.

-A ver, pequeño... - Divagó- ¿Ya desayunaste?

Negué con la cabeza, y lo hize lo más infantil que mi edad me permitía.

- Deberé hablar muy seriamente con Margaret.

Usó tono de broma, aparentaba molestia y levantaba la ceja visible.
Allí fué donde me percaté de algo extraño, aquel ojo que ella ocultaba bajo su mechon, estaba oscuro.

Esto me asustó, y callé por unos segundos mientras la veía sin decirle nada. Pero ella percibió mi temerosa expresión.

- ¡Oh! Es broma pequeño, no hablaré con tu mamá. Para eso estoy aquí, para preocuparme por ti.

Ella no se dió cuenta de lo que ví. Al parecer no queria que yo lo supiera, pero ¿por qué le habían hecho eso? Estuve tan asustado y preocupado que sentía como mis pequeños ojos querian lagrimear. Pero no los dejé. Si ella no quería mostrarme no debía obligarla.

Ahora se preguntarán "Tenias ocho años ¿un niño no actua así?". Tienen razón, pero cuando vives con personas que no sé interesan en ti, y aparece alguien que sí lo hace, todo cambia.

Ella se levantó y caminó a la puerta de mi habitación, y me miró de lado con una sonrisa como si en su perfecto rostro no hubiera más que que eso, una hermosa sonrisa. Esto en cierto grado me molestó. Sí, ¿cómo era posible que alguien estuviera tan feliz con semejante golpe? ¿Acaso ella solo lo hacía por amabilidad? Luego esa molestia empezó a transformarse en dolor, a medida que yo caminaba hacía ella y la seguía hasta la cocina.

No comprendía nada, y empecé a creer que ella no me apreciaba como tanto decía. Ya que si así fuera, me mostraría su dolor. Pero no, no lo hizo. Nunca lo hizo.

Me senté consternado en una silla frente a la mesa. Mientras, ella buscaba en la alacena algo para darme, quizas pan, o cereal. La verdad me tenía sin cuidado lo que buscaba, pero cuando la miré, parecía una niña curiosa, y era raro ya que debería estar acostumbrada a esa casa, sin embargo parecía que era la primera vez que estaba allí. En el tiempo que la miraba, olvidé mi enfado, ella despejaba mi mente.

En una de las alacenas parecía haber encontrado algo, pero estaba lejos de su alcance. Así que buscó una silla para alcanzar, y aun así no podía. Se estiraba a todo lo que su pequeño frágil cuerpo daba. Unas cuantas veces la silla tambaleó, pero ella mantuvo el equilibrio. Yo solo miraba como aquella chica hacía algo que mi madre diría que es peligroso, algo que no se debería hacer. Pero a ella no parecía importarle en lo absoluto. Tenía algo en mente, y no bajaría hasta tenerlo.

-Esto servirá.

Murmuró.

Tenía en las manos una caja con masa para wafles.

Se había movido tanto que el mechon que cubría su ojo la dejó al descubierto. Claro, ella estaba tan emocionada por haber tomado la caja, que creí le costaría la vida conseguir, y no se percató de que su máscara de ebras ya no estaba en su lugar.

-¡Mira Imbi, wafles!

Dijo con la sonrisa más tierna que yo hubiera visto en mi vida.

Con cuidado bajó de la silla, y ví su ojo esta vez más claro, y estaba cerrado, completamente cerrado.

Tragué con fuerza, al parecer fué mi lengua lo que tragué porque no pude pronunciar más.

Queria llorar, aquella chica que representaba tanto para mí, tenía un problema, y al parecer yo no era tan importante para ella como para contar conmigo.

-Imbert... ¿No quieres?

Fué una pregunta tan inocente que me martillaba el corazón. Empecé a respirar con dificultad, temblaba. ¿Quién le había hecho eso? ¡Quién!