Capítulo 7. Poca delicadeza

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Capítulo VII. Poca delicadeza

De niña no sabía guardar un secreto, fuera suyo o no. Por lo general, no lo contaba directamente, sino que hacía saber que tenía un secreto. Con el tiempo no solo aprendió a no contar los secretos, sobre todo los que no eran suyos, sino que aprendió que ni siquiera debía hacer saber que tenía secretos. No obstante, nunca le había gustado: tener secretos y ocultarlos no era tarea para Katsa.

Mirando el paisaje hasta que llegaran a la sede de LAMO, Katsa no pudo dejar de repetir una y otra vez la escena de la cafetería. En especial repetía la última parte, donde su amiga reflejaba en su rostro puro desconocimiento e incomprensión. Si lo mostraba sin saber lo que había en realidad, ¿cómo reaccionaría cuando lo supiera? No le asustaba que Melinda pudiera contarlo, pues sabía que no lo haría (o solo a sus padres), sino que le asustaba que no la creyera y entonces lo divulgara o que la desplazara. Aún le costaba creer que Logan no se hubiera alejado de ella al descubrir lo que podía hacer como para tener que contárselo a otra persona más.

Entonces le era difícil pensar en una solución, no tenía la cabeza para ello. Le preocupaba lo que Melinda podría estar pensando de todo aquello. En aquel instante, su móvil comenzó a sonar.

–Es Melinda –dijo al sacar el móvil del bolsillo izquierdo de su chaqueta y ver el nombre.

–¿Quieres que lo coja yo? –le preguntó Logan asomando la cabeza entre los asientos delanteros.

Por un momento fue a decir un gran y rotundo «sí», pero, pese a ser lo que quisiera, no era lo correcto.

–No, no. Se va a preocupar más si no –Katsa arrastró hacia el centro el botón verde–. Dime, Mel –dijo con voz alegre.

–Vaya, me alegra escucharte tan contenta –habló Melinda al otro lado–. Ya estás mejor, ¿verdad?

–Sí, sí. Ya estoy bien del todo –respondió Katsa girando la cabeza a la izquierda para mirar a Logan.

–Cuánto me alegra –dijo aliviada–. Me habíais dejado muy preocupada.

–Lo siento, Mel –expresó Katsa mirando hacia delante.

El sentimiento de arrepentimiento era sincero, pero no iba dirigido hacia lo que Melinda pensó.

–Anda, tonta –Rio–. Tú no tienes culpa de ponerte mala.

–No. Claro. –Suspiró.

–Por cierto, dile a Drake que me debe un croissant –le dijo riendo.

Katsa abrió los ojos al darse cuenta: se habían ido sin pagar la cuenta.

–Madre mía, Mel –alzó la voz y se rio nerviosa–, siento mucho haberte dejado nuestra cuenta.

Al escucharla, Drake y Logan imitaron su gesto anterior y, como ella, comenzaron a reírse.

–Lo vuestro me da igual –Rio–. Vosotros os habéis gastado más en mí que yo en vosotros hoy.

Katsa rio y se giró hacia Logan, quien la miró sin entender entonces su risa. No obstante, no era motivo para dejar que pagar lo que no le correspondía.

–Pero lo del nuevo que me lo devuelva –bromeó.

–Quiere que le pagues el croissant –dijo Katsa con una sonrisa mirando a Drake.

–Dile que ni hablar –Alzó la voz para que Melinda lo pudiera escuchar–. Lo ha pagado porque ella ha querido. –Rio.

–No, no –gritó Melinda, haciendo que Katsa se apartara el móvil y lo pusiera en manos libres.

La chica del Dragón II: Creer es poder.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora