Capítulo 8

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La pila de libros, fotocopias y hojas esparcidas en la mesa, es solo un demostrativo de lo desordenada que somos y que sin importar cuanta bibliografía leamos, no terminamos de entender ni la mitad de lo que leemos, y recién estamos empezando por las escuelas de la psicología. No quiero imaginar cuando nos integremos por completo a los marcos teóricos.

Ana me da una mirada de derrota, y apoya su frente en la mesa, justo encima de mi único apunte tomado hoy. Si tuviera energía cerebral, me quejaria.

—Receso, por favor —suplica y asiento, suspirando resignada. Estos exámenes serán demoledores.

Mirando a nuestro alrededor, no es diferente a los demás chicos que ocupan las mesas del patio, todos lucen tan abatidos que por un momento me siento bien.

—Podemos hablar de otra cosa —comenta de manera sugerente. Enarco una ceja—. No entiendo porqué te guardas los detalles —protesta finalmente. Ahora me siento más abatida que antes.

—No lo hago —reitero por décima vez—. No ocurrió nada más esa noche —mumura en voz baja algo que no entiendo y entorno los ojos. De verdad no tengo más que agregar a la historia. Ni siquiera me crucé con él de nuevo.

Y es estúpido, toque su miembro, estuve en su casa, fuimos a una cita, tenemos una foto juntos con cientos de "me gusta" en una red social, y aún así es como si no nos conocieramos, no tengo idea de que es de él o cuál es su número de celular.

Han transcurrido a penas un par de días desde la fiesta, y ninguna otra cosa interesante a sucedido, salvo las miradas cargadas de envidia de muchas chicas, y otras extrañas por parte de chicos. Con suerte esto se olvidará en una semana o considerado los próximos parciales, en unas horas.

Mamá se fue al fin ayer, por lo que podría estar en mi habitación estudiando, salvo por el hecho de que la presencia de Emma me incomoda y por eso terminé en el patio universitario con una Ana quejumbrosa.

Igual no es extraño, casi todos los estudiantes de las diversas carreras están aquí o en la biblioteca, salvo por Chris, claro.

Levanto la mirada hacia la mesa de su fraternidad, muchos chicos se encuentran en ella y su sitio está vacío, es así desde hace días. Tal vez sobreexagero, pero lo siento como una especie de rechazo. La sensación de que no esta aquí, solo porque no quiere verme y es que siendo honestos, no fue la mejor cita del mundo y mi actitud no contribuyó en nada.

Ana y yo nos sobresaltamos al sentir un golpe sobre la mesa, ambas levantamos la vista hacia la intrusa, que nos observa con una sonrisa y una botella de agua en la mano (con la que supongo, golpeo nuestro cuaderno)

—Eh, ¿Qué se te ofrece? —cuestiona Ana confundida e irritada, la chica pasa de su pregunta y toma asiento junto a mi, tirando su cabello rubio hacia atrás antes de hablar.

—Eres la chica de la foto —declara emocionada. Sus ojos grises me evalúan de arriba a abajo.

—Mejor conocida como Amelia —corrijo, disgustada por su presentación e interrogatorio visual— ¿Qué sucede?

—Es un gusto, mi nombre es Alexia —Esta vez su sonrisa es más tímida, y habla en un tono más suave, por lo que bajo un poco mi guardia, pero Ann la sigue mirando con fastidio—. Y entiendo que es extraña mi aparición repentina, soy de primer año y aún no hice amigas, supe de ti por la foto en internet y luego te vi aquí sentada, y bueno, pensé que era una oportunidad de conocer a alguien.

Se escucha insegura, un leve rumor se extiende por sus mejillas y siento pena por ella, en la secundaria nunca pude hacer más de una amiga, porque todas las otras chica solo me veían como un pase a Connor y entiendo lo que se siente estar sola.

Fuimos algo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora