Capítulo 2: Charlas

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N.A Holaaaa a todos este es el capitulo de esta semana, espero que lo disfruten mucho.

Capítulo 2: Charlas

La chica se quedó inmersa en sus pensamientos al leer sobre aquella reunión improvisada con su padre, cosa que aunque no le desagradaba, tampoco era de su completa conformidad.
No era que no amara a su padre, lo amaba, él era su única familia, su sangre, quién con amor y esfuerzo junto con su madre la habían criado con completa dedicación y amor, entre los pasillos de aquella hermosa casa que ahora era de ella y la transportaba a bellos recuerdos cuando paseaba por ella.

Pero todo era diferente ahora, era una persona realizada profesionalmente por lo cúal podía vivir como mejor le pareciera, pues era autosuficiente por completo, pero no era el caso, debía saber que le pediría su padre.

Él era un hombre frívolo y bastante callado desde que se involucró en la política por completo desagrado para Rarity, pues su fama no debía depender de él y de ninguno de su negocios por eso trataba de mantenerse lo más alejada de él. Y él de ella claro, aunque cuando el necesitaba de ella la llamaba tan cariñosamente que realmente parecía que la abrazaría, que volvería a ser el hombre de antes de la muerte de su madre, pero no era así, siempre lograba enredarla entre todas esas palabras para tener lo que quería de ella, le molestaba pero a la vez estaba tan indefensa por el amor que sentía que le era imposible no hacer lo que pidiera, pero, no era su culpa, ¿qué era la única que amaba profundamente a su padre?

Pero quería creer que jamás le haría daño físico ni emocional, y que todo lo que hacía era por bien de ella y para protegerla aunque francamente se estaba engañando y lo sabía perfectamente.

Pinkie llegó con la comida y vió a su amiga pérdida en las caudalaciones de sus pensamientos, miró de reojo el mensaje que había estado leyendo de "Papá", la movió suavemente, sabía que jamás era bueno cuando el padre de Rarity la citaba, pero no podía hacer nada por su amiga más que estar al pendiente de ella, cuando esa charla hubiese terminado.

—Vamos come o se enfriará.- La devolvió a la normalidad al colocar su plato en la mesa.— Y deberás contarme que te va a ordenar esta vez, no puedo creer que hayan pasado años y todo siga igual.- Suspiró.— No te diré más por ahora pero provecho.

—E-Eh... Gracias Pinkie.- La miró irse a atender más mesas para acto seguido desviar la mirada a su desayuno.

Terminó de desayunar con total calma, pagó y se encaminó a la casa de gobierno donde su padre residía desde hace unos años desde su primer sexenio.
Entró al gran edificio de arquitectura antigua, era bastante lindo e imponente por dentro, caminó lo que ya sabía de memoria para llegar con su padre, hasta dos enorme puertas de caoba, la madera rojiza antigua se imponía ante ella intimidándola y aunque ya no era un árbol, su color vivo y su aroma recordaban su antigua gloria, llamó a la puerta rogando porque no estuviera y desafortunadamente le contestó desde el otro lado.

—E-espere.- Dijo este como si estuviese cansando desde el otro lado de la puerta.

Le abrieron la puerta a Rarity, quien la abrió no fue ni nada menos que una mujer de cabellos azules con matices negros que la miró con cierta superioridad, tenía un par de mechones fuera de lugar, sin mencionar su traje sastre un tanto arrugado con la camisa tan desabrochada que sus senos quedaban a la vista (más de lo normal).

—Oh querida me da gusto verte.- Sonrió con descaro la asistente de su padre.— Siempre tan radiante Rarity.

—Hola Chrysalis.- Le saludó con desgano, más por respeto que por gusto.—Vengo con mi padre.- La apartó con cierta fuerza de la puerta sorprendiéndolo acomodándose el cinturón.

—Hi-hija ¿cómo estás?.- Se sentó rápidamente en la silla de su escritorio y comenzó a secarse el sudor con un pañuelo.— Me alegra que estés aquí.

—Bien.- lo miró con cierta dureza sabiendo que estaba haciéndolo con su "asistente" por no mencionar otra forma de llamar a la mujer que no le agradaba nada. Tomó asiento frente a él juzgándolo con la mirada.

—Bueno... Pues creo que debería ir al grano.- Suspiró.—Porque sé que has estado muy ocupada últimamente con los preparativos de tu línea de moda.- Guardó un minuto de silencio y continuó al ver que no había objeción con lo de charlar rápido.— Me he lanzado como candidato para la gobernatura, para ser el gobernador de Manhattan.- Sonrió.— Pero, he echo enemigos así que... quiero que te vayas a la hacienda en Sweet Apple Acres... Será solo por un tiempo y...

—Espera.- Lo observó con algo de sorpresa.— ¿quieres que yo haga qué? Estas loco si piensas que me iré a esa apestosa granja padre, además no sé ni para que la obtuviste.- Gruñó.— Soy adulta y puedo cuidarme sola.

—Irás porque yo lo he dicho y no escucharé ninguna palabras más.- La miró con dureza.— Yo solo quiero protegerte porque no quiero que te hagan nada Rarity, sabes que aquí juegan completamente sucio en la época de campañas.

—Dirás que aunque me hicieran algo odiarías perder el poder.-Lo observó molesta.— No puedo creer que vayas a hacerme esto.

—Mandaré llevar tus cosas de costura, mira el lado amable, puedes concentrarte en tu línea, relajarte y respirar aire fresco...

—Obligada claro.- Suspiró indignada.— Está me la pagarás caro padre... Ya verás.— Gruñó

—No me amenaces Rarity, recuerda que aún no pierdo el poder.- La miró con frialdad.— Así que mejor ve a hacer maletas, porque mañana mismo te irás, te estará esperando un camioneta para llevarte.

—Bien.- Se levantó de la silla sin decir una palabra más, estaba lista para marcharse no sin antes lanzarle una mirada de molestia a su progenitor.

Salió echa una completa furia del despacho de su padre y pidió un taxi, ella se quedó pensando en como las cosas habían cambiado tanto deteniendo sus pensamientos solo en cuanto el taxi tocó la acera, quería que la llevaran a casa, no podía entender como su padre podía ser una persona completamente ególatra, solo pensaba en él mismo y en su carrera política, siendo que la poca atención que le prestaba lograba hacerle hervir la sangre.

En cuanto el taxi la dejó en casa le pagó, bajó de él para entrar a su casa, quería subir a su cuarto lanzarse a la cama y morder una almohada para gritar de frustración porque estaba segura que si volvía a coser así iba a arruinar todo su trabajo o terminaría haciendo un traje de diablo inspirado en su padre.

Continuará...

Abrazando Al EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora