Uno, ruge el motor. Dos, la moto da sacudidas hacia adelante… Tres, el acelerador es presionado a lo que más da y comienza una nueva carrera.
Siento la adrenalina fluir por mi torrente sanguíneo, es como la sensación que tienes cuando te inyectan, sientes la aguja perforar la carne, en este caso es una oleada de emoción mezclada con pánico, y luego el liquido entrar en tu cuerpo, esa es la adrenalina.
Cuando estás en la pista no hay nada más que tú y tu moto, los otros competidores casi desaparecen, no lo hacen por completo solo por el hecho de saber que debes ganarles y estar atenta a que no te rebasen. Esquivar los obstáculos de la vía es solo cuestión de práctica, saber cómo mover la moto y no quedar tirado en el suelo a la primera solo por asustarse y perder el equilibrio.
Casi voy a terminar la primera vuelta y voy a la delantera, en mi cabeza se proyecta un mapa de la pista en el que visualizo en dónde están los obstáculos para poder acelerar más y conseguir el triunfo. Pero algo cambia al momento de iniciar la segunda y definitiva vuelta, algo impacta con la rueda trasera de mi moto y pierdo el control de la moto, comienzo a zigzaguear y por unos segundos varias imágenes de lo que ha sido mi vida pasan por mi mente.
Imágenes de la familia que yo consideraba feliz, imágenes de mi madre y su amante saliendo de nuestra casa, cuando conocí a Christian, mi primera carrea, el momento en el que me entere de mi enfermedad, incluso los arrestos están allí, el accidente, viaje a New York, conocer a One Direction… decirle a Zayn que lo amo.
En las gradas hay un gran alboroto y al enfocar mi mirada al frente veo que voy directo hacia uno de los barriles oxidados y un tipo me ha rebasado. Junto mi pecho a la parte superior de la motocicleta y esquivo el barril, nadie me gana, sé que puedo llegar a morir en una de estas carreras pero no será justamente esta noche.
Acelero la motocicleta casi llegando a toda potencia sin disminuir la velocidad en los obstáculos o si quiera en la curva que lleva al tramo final, en solo dos segundo estoy junto al hombre que me ha rebasado y quien estoy segura que tuvo algo que ver en la forma que mi moto se salió de control. Vamos, no es la primera vez que compito; sé que el tipo toco la llanta trasera de mi moto con la delantera de la suya. Hago una maniobra hacia la derecha como si fuera a chocar mi moto con la de él y el tipo instintivamente se aleja, esa es toda la ventaja que necesitaba para dar todo el acelerador y cruzar de primeras la meta.
Al llegar a la salida doy media vuelta con la moto lo que hace que se dibuje una media luna en el asfalto, bajo rápidamente de la moto y guardo las llaves en el bolsillo de mi jean. Un grupo de personas se acerca a mí y comienzan con los típicos comentarios de felicitaciones, algunos preguntan mi nombre, otros como los que ya conozco de antes se limitan a sonreír con odio y orgullo a los novatos en mi nombre.
Saliendo ágil y enfurecida del grupo de personas me choco de frente con el pecho de Zayn quien me envuelve en sus brazos fuertemente.
-¿Estás bien? ¿Ese imbécil te hizo algo? –pregunta apresuradamente después de deshacer el abrazo mientras me escanea con la mirada.
-Fue el malnacido que me rebaso ¿verdad? –Omito la pregunta del moreno quien asiente con clara molestia –Estoy bien amor –respondo dejando un casto y fugaz beso en sus labios antes de ir apresuradamente a buscar al imbécil de la moto roja, quien intento hacerme matar solo para ganar una mísera carrera.
Detallo cada motocicleta con la mirada hasta que encuentro la roja, hay un imbécil recostado en ella de medio lado y dándome la espalda mientras habla con otros chicos que le rodean y le dan palmadas en los hombros mientras ríen. Están a punto de comenzar a reír sin dientes.
-¿¡Cuál es tu maldito problema imbécil!? –grito una vez detrás del hombre a quien le doy un empujón en la espalda que lo hace impulsarse hacia adelante.
