Te castraré

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Realmente intento pasar desapercibida debo decir que esta no es la primera vez que le hago este tipo de visitas a ese periodista de pacotilla así que alguien aquí podría alertarlo de mi presencia y mi plan se echaría a perder, faltando dos metros para llegar a la oficina que no tiene nada de privacidad ya que los muros son de un vidrio grueso sin color lo veo allí, sentado en su silla de ejecutivo dándole la espalda a la puerta con el teléfono en su oído izquierdo, no podría ser más perfecto para mi.

Aun sin causar revuelo entre la gente ingreso de forma silenciosa en su oficina y camino hasta el escritorio, escuchando su gruesa y pesada risa resonando en la habitación me acerco al teléfono anticuado de cable y presiono el botón de colgar, Russo continua con su risa unos segundos más hasta que la calma y llama a la persona al otro lado de la línea, separa un poco el teléfono de su oído y le da una mirada antes de volverlo a poner cerca a su piel y llamar nuevamente a la persona, al no obtener respuesta gira la silla y da un respingo en cuanto me ve.

-Hazlo y juro que soy capaz de lanzarte por esa ventana, una caída de cuatro pisos es suficiente para matar a alguien –espeto cuando su mano derecha suelta el teléfono e intenta alcanzar el botón de alarma que se encuentra bajo su escritorio

-¿Q-qué haces aquí? –pregunta el muy idiota y la ira se sigue apoderando mí, cegándome.

No respondo, en vez de eso saco del bolsillo de mi chaqueta el pedazo de papel y se lo tiro en el rostro hecho una bola arrugada, él lo desenvuelve y en su cara se dibuja una muy desagradable sonrisa burlona, levanta su mirada hacia mí y se encoge de hombros.

-Todos tienen derecho a enterarse de lo que sucede con los famosos

¡Respuesta equivocada!

Hábilmente le doy la vuelta al escritorio y él a su vez presiona el botón de seguridad, muy seguramente en este mismo momento la maldita secretaria debe estar haciendo la llamada a la policía y pidiendo que vengan a ver a su jefe, en menos de diez minuto estarán aquí, maldita comisaria que queda a tres escasas manzanas, pensándolo bien diez minutos son tiempo suficiente para golpearlo.

-Espero que tengas seguro medico porque si la última vez que nos vimos te revente tu asquerosa boca esta vez será peor –mis palabras sueltan veneno y mis actos no se quedan atrás.

Tomo al maldito Russo de la camisa bien planchada y lo levanto de su asiento, para mi contextura física admito que mi fuerza es casi sobre humana y también ayuda el hecho de que este hombre solo sea unos pocos años mayor que yo y un completo fideo, flaco, con lentes y sin gracia alguna.

En cuanto está de pie frente a mi intenta tomarme de los brazos para que no pueda golpearlo pero rápidamente le golpeo la entrepierna con mi rodilla derecha y se doble del dolor frente a mí, enredo mis dedos en su cabello y bajo ágilmente su cabeza al mismo tiempo que pongo nuevamente en acción mi rodilla haciendo que esta choque con su rostro y se escuche un leve crujido seguido de un chillido de dolor. Creo que he roto su nariz. Mis sospecha son confirmadas cuando el hombre se levanta escurriendo sangre por su nariz y en esta veo una desviación algo notoria. ¡Bien hecho Lina! Me felicito mentalmente.

-Vamos a aclarar las cosas antes de que me saquen de tu oficina arrestada –lo empujo por los hombros y cae sentado en su estúpida silla de estúpido jefe –Más de una vez te he pedido que dejes tu nariz fuera de mi vida, pero como no has querido obedecer entonces mira lo que te paso –acerco mi mano a su rostro y doy un leve toque a la mano con la que cubre su nariz haciendo que esta toque la zona afectada y vuelva a chillar de dolor

-Eres una maldita salvaje –grita y yo pongo mi mano frente a su cara mostrándole la palma seguido de un “Shh shh” para hacerlo silenciar.

-Te voy a dejar las reglas claras, a mi déjame en paz, a mi papá déjalo fuera de tu mierda o te juro que no me detendré hasta llegar a tu casa en incinerarla contigo adentro, sabes que puedo hacerlo… tú lo sabes, yo lo sé, incluso creo que la policía lo sabe y realmente no me afecta. Ahora mi trabajo es intocable y si te sigues metiendo con Liam, Niall, Louis, Zayn o Harry… te castraré –lo señalo con mi dedo índice y le proporciono una patada nuevamente en la entrepierna para hacerlo sufrir realmente –incluso también con Margaret, solo inténtalo nuevamente y me encargaré de que tu carrera como periodista se acabe y termines muriendo de hambre.

El bastardo frente a mí cubre su nariz con su mano derecha mientras que con la izquierda intenta aliviar el dolor en su parte más sensible, su cara es épica, y yo tal vez debería salir de aquí antes de que entre la policía y me detengan. En cuanto ese último pensamiento pasa por mi mente mi estómago se estruja de esa forma que no sentía hace bastante y cuando estoy a punto de irme la puerta de cristal se abre abruptamente y por ella entran tres policías apuntándome con sus armas. Esto es de novela, lo juro.

-¡Las manos en alto! Apártese del herido –grita el oficial que está más cerca a mí

-¡Por favor ayúdenme, estaba a punto de matarme –se queja Russo y yo instintivamente le vuelvo a propinar un golpe en su entrepierna haciéndolo chillar nuevamente de dolor y que los policías se acerquen más. A este paso creo que este tipo no va a poder ser padre.

-Las manos en alto y acérquese lentamente –instruye otro oficial y yo obedezco, una vez cerca a su alcance me toma de las manos y las pone en mi espalda ajustándolas con las esposas, mientras tanto los otros oficiales le prestan atención al desagradable periodista que tiene el rostro hinchado y la camisa azul pálido ahora está llena de sangre.

-¿Señor va a presentar cargos? –pregunta el oficial que me ha esposado, yo miro fijamente a Russo y él hace lo mismo, él sabe que si presenta cargos en mi contra lo más probable es que en el juicio él pierda así yo lo haya golpeado, es la ventaja de tener a los mejores abogados de Europa a mi entera disposición.

-No lo haré –contesta con voz afligida y expresión de dolor, yo asiento y sonrío victoriosa así ahora mismo estén a punto de encerrarme en una comisaría por veinticuatro horas

Las últimas dos horas han sido mi karma por haber golpeado a ese bastardo así se lo mereciera, discutí con los oficiales para que me trasladaran a la comisaría junto con mi motocicleta, luego de quince minutos de pelea lo conseguí, son unos ineptos.

Ahora estoy encerrada en una celda de tres metros por tres metros con una pequeña cama y un sanitario en el cual he vomitado aproximadamente tres veces… la incómoda sensación de querer seguir vomitando persiste en mi estómago pero creo que ya no hay nada que pueda desechar. Todo ha sido producto del estrés que he tenido apenas en las últimas cinco horas.

Recargada en los barrotes sigo gritándole al guardia que tengo derecho a una llamada y que si no me la concede seguiré gritándole mierda las próximas veinticuatro horas que este aquí encerrada pues no puedo llamar a que paguen la fianza y eso lo hace un bastardo en su oficio.

El hombre se ha acercado a mi celda por lo menos unas cinco veces para golpear los barrotes con un bate de madera intentando hacerme callar sin resultado alguno, según el uniformado perdí el derecho a mi llamada cuando lo llame hijo de puta por aboyar mi moto al bajarla de la patrulla

En mi reloj de pulso confirmo que han pasado tres horas desde que me encerraron en este asqueroso lugar y aunque no sea la primera vez sigue siendo incómodo porque ahora la celda es solo para mí, ni siquiera tengo mi celular pues el bolso lo dejé en la oficina de mi padre cuando los estaba saludando, incluso si lo tuviera estos malditos me lo hubiesen quitado antes de encerrarme.

Unos minutos más pasan y escucho a los guardias hablar, una nueva voz se suma a la charla y uno de los hombres se despide aparentemente terminó su guardia pero desafortunadamente para mí no es el bastardo que no me ha dejado llamar. Decido nuevamente exigir mi llamada.

-Guardia –grito con el rostro entre dos barrotes y mis manos sosteniéndolos –guardia merezco hacer mi llamada –en la pequeña edificación lo único que se escucha son mis gritos

Nuevo dulce infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora