D é c i m o t e r c e r o

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Temblaba.

Sus manos y sus piernas no podían dejar de moverse. Sus ojos se concentraban en un punto específico del techo de su habitación.

Estaba acostada en su cama. Boca arriba y de cabeza, justo como a ella le gustaba estar para pensar.

Su mente daba mil y un vueltas, pues aún no procesaba lo que había ocurrido la semana anterior.

Lo había vuelto a ver.

Y él la había notado.

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