The enemy crew

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1 de Septiembre. 17:30. Italia.

Mis vacaciones se habían acabado. Volvía a Italia después de pasar tres meses de verano en Francia, trabajando como guía y traductora de francés a italiano. Tenía que ganarme la vida y lo hacía a gusto. A la vez que trabajaba conocía Francia y eso era fantástico. Mi vida era demasiado aburrida. Estaba cansada de ella. Era una niña prodigio, era un hacker en toda regla. Manipulaba todo pero lo tenía prohibido, mi familia me lo prohibía.

Iba llegando a casa cuando una furgoneta negra paró frente al portal de mi casa. Dos grandes tipos de negro y con gafas se bajaron de ellas dirigiéndose a mí. No sabía qué hacer si salir a correr o quedarme parada, pero nada valía. Me cogieron por los brazos a ambos lados y me entraron en la furgoneta. Sin rechistar. Mi estado de shock me impedía patalear y salir de allí. Estaba siendo secuestrada.

¿Qué había hecho para que me estuviese pasando esto?

1 de Septiembre. 18:30. Suecia.

Estaba inconscientemente harta del frío, de la nieve y de las ráfagas de aire que entraba por la ventana de la habitación. Después de todo acababa de volver de un internado hacía dos años, por sólo abrir puertas cerradas con llave con una pequeña horquilla. Todo el mundo podría hacerlo, o eso creía. Ellos pensaban que al tener un consciente intelectual más alto que los demás sería algo de provecho, así que insistí en que me apuntaran a algo que mereciese la pena... Y después de todo sabía pelear o usar arcos. Ahora era yo la que enseñaba, y gracias a eso me pagaban una gran cantidad de dinero...

Al salir una noche, de las clases de defensa personal, me encontré con una gran furgoneta negra parada enfrente. No le hice mucho caso, la ignoré; pero al instante noté unas manos sobre mi cintura, intentando usar alguna llave pero me resultaba imposible, y al minuto siguiente me encontré en la oscuridad, con los ojos tapados.

¿Qué significaba todo esto?

 

1 de Septiembre. 19:30. Inglaterra.

Todo mi verano había sido lo mismo: graffitear y robar. Era una pequeña delincuente en libertad. Pero después de haber pisado la comisaría decidí que debía cambiar. Adoraba pintar las paredes y coger “prestadas” cosas ajenas pero debía cambiar si no quería pasarme entre rejas los siguientes años de mi vida. Era muy rápida, pero eso no bastaba.

Era un día caluroso, algo extraño en Londres, aunque no me extrañaba que de pronto empezara a llover porque el tiempo aquí era así de caprichoso así que al salir de la tienda de animales donde trabajaba en verano, aceleré el paso hacia mi casa. Iba con los cascos puestos; eso hacía el camino más ameno…  Sin embargo, eso fue lo peor que pude hacer aquel día, no estar alerta a lo que ocurría a mi alrededor.

En cuestión de segundos fui interceptada por dos hombres enormes y llevada a una furgoneta negra y, allí, en el suelo de ella me dejaron atada. No sabía quién cojones eran aquellos tipos ni a dónde me iban a llevar.

Un mal presentimiento recorrió mi cuerpo: probablemente no volvería a ver a mis padres nunca más.

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