Jimin es un niño extraordinariamente especial, pues refleja la ternura y la inocencia que alguna vez me fue robada.
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—Hyung, ¿Por qué me observas mientras duermo? —Me dijo el menor mientras abría uno de sus pequeños ojos y voz estaba ligeramente ronca.—¿Pero qué dices? No te estaba mirando.
—Llevo cinco minutos observando como me ves.
—La verdad es que pensé que estabas muerto.—Me estiré sintiendo como todos los músculos de mi cuerpo se relajaban —Duermes como una piedra.
El pequeño niño se rió y soltó un bostezo.
Desde que Jimin llegó a la casa, Jungkook decidió que dormiría conmigo, pues a Jackson lo había adoptado una pareja que tenía a otros dos hijos, así dejando una cama vacía. No mentiré, extraño a ése muchacho, nos volvimos muy cercanos, aún que el contacto se haya desaparecido la amistad no se acaba.
—Hyung, tengo hambre —Ronroneó.
—Ah, Jimin, apenas son las siete de la mañana. —Me quité las sábanas de encima —Sabes que el desayuno se sirve hasta las ocho treinta.
—Hy-hyung, en verdad tengo mucha hambre —Él se quejó revolviéndose entre las almohadas —Mhhh~
—Ah enano, eres muy quejumbroso y desagradable, deja ver qué puedo hacer.
Me puse lo más lento que pude de pie, vi como a Jimin se le sonrosaban las mejillas y reí por lo bajo. Los demás niños ni de chiste estaban despiertos a ésa hora, todos comenzaban sus labores exactamente a las 7:45, parecíamos robots sincronizados.
Bajé con mucho cuidado las escaleras, estando al pendiente de que nadie fuera a verme. Para mi fortuna la cocinera aún no llegaba y ni se veía rastro alguno de las mujeres que hacían el aseo o incluso de Jungkook.
Me deslicé del último escalón hacia la cocina, tan sigiloso como un ratón y cuando por fin estuve de frente a la alacena sentí como si estuviera a punto de cometer el delito más grande de mi vida.
Podía sentir aquella adrenalina mezclada con un gran terror por ser descubierto. En la alacena había un paquete de cuatro pastelitos rellenos de crema y fresas, la merienda perfecta para Jimin pues a él le gusta de montones esos pastelillos.
Cuando por fin los tuve entre mis dedos, sentí como si fuera un pirata que acababa de tomar el botín más grande de todos los tiempos. Sonreí por lo grande abrazando aquél postre a mi pecho, pero cuando me di la vuelta casi los aviento.
—Vaya, ¿Qué tenemos aquí? Acaso... ¿Es un pequeño ladrón?
—Oh... Minsoo hyung.
Minsoo era uno de los hyungs más grandes de por aquí, pronto cumplirá los diecinueve y tendrá que irse. En verdad me alegra que se vaya, siempre fue un bravucón. Es uno de los que me rechazó y golpeó desde que llegué aquí sólo porque era el "favorito" de Jungkook.
—¿Qué crees que haces? Pequeño fenómeno.
—Yo sólo tenía algo de hambre.
—¿Algo de hambre?... Sabes, el desayuno es a las 8:30 bastardo. ¿Te crees superior? Recuerda que puedo hacer lo que quiera, Jungkook ya no vendrá a salvarte como antes —Miró sus uñas observando la mugre inexistente que éstas tenían —Recuerda que el favorito ya es otro, ¿Cómo se llama aquel enano gordo? ¡Ah sí! Jimin. Ahora él es el nuevo juguete del jefe.
Sentí un vuelco en mi corazón, en realidad la mierda que escupía Minsoo nunca me afectaba, peor cuando se trataba de Jimin mis sentidos se volvían locos y no entendía el porqué.
—Sólo déjame pasar Minsoo —Refuté.
—¡Vaya! Ahora ya sabes ladrar cachorro idiota.—Observó los pastelillos y yo los coloqué detrás mío —Dame eso.
—No quiero.
—¿Acaso me estás retando, basura? —Me tomó de la barbilla apretándola con sus dedos.
—Uhg, sólo déjame ir —Me retiré de su agarre.
—Está bien, ésta te dejaré en paz ya que es el último día que estaré en éste lugar.
—¿En serio es tu último día aquí?
—¿Acaso eres sordo? Eso dije.
—Ah.—En mi cara se dibujó una gran sonrisa —Entonces éste día será de los mejores, claro, para los que quedamos ya no tendremos que soportarte.
El mayor me fulminó con la mirada, yo simplemente me fui de ahí dando saltos de felicidad.
Pero la sonrisa se borró cuando al entrar a la habitación vi a Jungkook sentado en la cama de Jimin, con él entre sus piernas acariciando sus cabellos.
No se habían percatado de mi presencia, así que apenas pude escuchar algunas de las cosas que decían, realmente estaban susurrando.
—Jiminnie, tú sabes que eres muy lindo ¿Verdad?
—S-sí, siempre me lo dice.
—Es inevitable no decírtelo, me provocas ganas de comerte —Le susurró en el oído.
Eso fue suficiente para que yo soltara la puerta de un tirón provocando mucho ruido y ambos voltearan a verme.
—Oh, señor. No pensé que estuviera aquí —Hice una pequeña reverencia —Buenos días.
Ahora las cosas funcionaban así.
—Buenos días Yoongi, es muy temprano para estar fuera de tu habitación tomando en cuenta que eres al que más le gusta dormir. —Volvió a meter a Jimin bajo las sábanas y se levantó.
—¿Cómo sabe eso?
Dio unos cuantos pasos hasta quedarse a mí lado, en mirarme se agachó hacia la altura de mi oído.
—No seas tontito, recuerda que yo te conozco a la perfección, como la palma de mi mano —Susurró con una voz tan ronca que me provocó escalofríos
—Por cierto, disfruten los pastelillos.Y salió de ahí dejándome atónito.
Joder, ése hombre me asustaba.—¿Estás bien Jimin? —Cerré la puerta detrás mío.
—Sí hyung —Volvió a salir de las sábanas y se sentó cruzando sus piernas.
—Bien, ¡Oh! ¿Quieres ver lo que traje?
Él asintió frenético y yo saqué el paquete de pastelitos que llevaba debajo del suéter. Sus ojitos comenzaron a brillar, empezó y dar pequeños saltitos.
—¡Hyung! ¿Consiguió esto para mí?
—Así es Jimin.
—Gracias —Abrió el empaque como pudo y tan rápido sacó el postre que lo tragó por completo —¡Está delicioso!
—Me alegra que te gustaran.
—Hyung, toma uno —Me extendió aquél postre.
Su carita estaba manchada de crema, sus manitas estaban pegajosas, sus ojos brillaban como dos luces y en la comisura de su boca tenía un trozo de fresa.
No se porqué encontraba a Jimin hermoso, incluso de esa manera tan desalineada.