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Desde aquél día no había podido hablar con Jimin. Jungkook lo protegía de manera muy estricta, como si yo fuese un mounstro que destrozaría a su precioso tesoro. Podía verlo en la comida pero no hablabamos ya que él se sentaba a lado del dueño, aquél lugar que en el pasado me pertenecía. Por lo tanto, yo ahora me encontraba en los lugares de en medio, entre Hoseok y Namjoon. Cada que podía lo saludaba con la mano o nos mandábamos mensajes solo con movimientos corporales. No entendía porque ya no podía dormir conmigo, ni siquiera platicar o salir a jugar al jardín de juegos.

Habían pasado tres semanas desde el accidente del cuál Jungkook me culpó sin justificación. Jimin ahora dormía en una habitación propia a un costado de la del mayor. No mentiré, éso me dejaba con un mal sabor de boca. Yo sólo me preguntaba por las noches si mi pequeño amiguito se encontraría con bien, si podía dormir con las luces apagadas en aquél lugar porque a Jimin le causaba pánico el estar sólo y  a oscuras. Sí se podría concentrar con el sonido de los grillitos ya que éste le molestaba.

Rendido de pensar tantas cosas, me levanté perezosamente de la cama arrastrando mis pies por la habitación. Era un poco más de las 9:30 de la noche, algunos chicos yacían ya durmiendo, mientras otros tantos leían o repasaban las tareas que debían entregar al día siguiente. Pero yo, decidí tomar un buen baño de agua caliente en ése momento.

Me dirigí hacia el baño con cuidado de que nadie me escuchara, no es que fuera un delito tomar un baño a ésta hora, ni siquiera tenía miedo a ser pillado por alguien, pero no quería ser interrumpido por ninguna persona. Una vez que llegué, abrí ambas llaves de aquella bonita y elegante bañera, esparcí un poco de jabón líquido con olor a frutillas. Tenía una ligera obsesión con aquellos olores, todo gracias a Jungkook. Prácticamente ése era mi olor específico, se podría decir que nadie más debía utilizar alguna colonia o perfume con ése aroma, de ley me pertenecía. Así como la fragancia a roble de Namjoon, el aroma a flores de Hoseok, inclusive el olor a pastelillos y dulces de Jimin. Las frutillas me pertenecían a mí.

Me quedé inmóvil frente al gran espejo que se hallaba colgado frente a la bañera. Admiré mi cabello, color verde como una lechuga. Observé mi cara, era realmente infantil. Pasé delicadamente las yemas de mis dedos por ésta, era tan suave, tersa y pulcra. Tantos cuidados que me habían proporcionado por años había resultado.

Desabroche mis pantaloncillos dejándolos caer al suelo al igual que mi camisa azul y mi ropa interior. Ví mi cuerpo que era demasiado pálido, casí transparente. Las venas de mis brazos y piernas podían verse tan fácilmente, mis delgadas piernas y flacuchos brazos combinaban con mi escuálido cuerpo. Seguí viéndome de arriba hacia abajo, una y otra y otra vez. Podría tener 16 años pero mi complexión y mi cara parecían ser los de un chico de 12, además de que tenía una estatura muy pequeña.

Era lindo, realmente bello o eso es lo que siempre me decían y yo lo quería creer. Acaricié toda superficie existente de mi anatomía, se sentía bien, era realmente satisfactorio. Desde mis rodillas, pasando por mi trasero, pene, vientre y pecho hasta terminar en mi cara. Si alguien me viera en la forma que me tocaba en aquél momento se asustarían o me tacharian de pervertido. Cerré los ojos por un momento para disfrutar con profundidad el roce propio pero la imagen de Jungkook apareció en mi mente haciendo que abriera como platos y mi respiración se acelerara. Una pequeña erección se había presentado, maldije por lo bajo demasiado asustado. Nunca me había provocado una erección yo sólo, siempre eran provocadas por las suaves manos de Hobi o en su tiempo por Hyung Kook.

Sacudí mi cabeza al pensar en este último ¿Por qué demonios había pensado en él? Me apresuré para adentrarme en la cálida agua con olor delicioso. Sumergí todo mi cuerpo incluyendo mi cabello verdoso, era tan relajante.

BROKEN; Donde viven las historias. Descúbrelo ahora