Odiaba las clases de matemáticas avanzadas que se ofrecían en el maldito orfanato. La maestra era una pesada que pasaba a descargar su furia con nosotros. No todos los maestros eran así. Por que sí, teníamos más clases y por ende más profesores.Aunque no sabía exactamente que es lo que odiaba más en ése momento, tener que escuchar la chillona voz de aquella vieja perica o no poder escuchar las tonterías que Jimin solía soltar para hacerme reír. Por ser más pequeño que yo, tenía clases diferentes. La verdad era que tenía profesores privados, el podía gozar de esos lujos que Jungkook le ofrecía ¿Por qué? Ni yo lo sé.
Miré por la ventana que estaba a mi lado, me gustaba observar ahí aunque siempre estuviera el mismo puñetero bosque. Al menos podía ver algunos pajarillos posándose en las ramas de los árboles o a las ardillas escalando éstos.
—Vaya, si que estás inmerso en tu propio mundo.— Hoseok llegó de repente. Él era uno de los que de sentaban hasta el frente por ser muy inteligente y participativo.
—Sólo veía las ardillas, nada del otro mundo.
—Al parecer las ardillas son tu fascinación porque la clase acabó hace diez minutos y no te habías dado cuenta.
Era cierto, el pequeño cuarto que utilizábamos como salón de clases ya se había desocupado.
—¿Y por qué no me has dicho nada? —comencé a guardar mis útiles en la pequeña bolsa de solía llevar.—Menudo cabrón —ésto último lo dije en susurro sin pretender que me escuchara pero aún así fue audible.
—Has estado de un humor de mierda, ¿Que te pasa? Ah ¡Ya sé! Es porque no has visto al mocoso idiota de Jimin ¿No es así?
—Paso de ésta mierda.—me levanté de la silla arrastrándola perezosamente. El día amenazaba con llover y éso me alegraba de cierta manera, me gustaba quedarme dormido siendo arrullado por sonido de las gotas golpeando el suelo.
—¿Desde cuándo eres tan grosero YoonGi? —gruñó tras mi espalda.
—Desde que mis hyungs me enseñaron las groserías.—sonreí burlón girándome para encarar a Hobi, sólo soltó un bufido.
Caminamos por el extenso pasillo que estaba completamente vacío. Faltaban algunos minutos para que se sirviera el almuerzo así que suponía que todos estaban lavando sus caras y manos para dirigirse hacia el comedor.
—Yoongi-ah —apenas si susurró, tenía la vista clavada en sus zapatos escolares. Sí, nos obligaban a usar un puñetero uniforme —. ¿Puedes darme un beso?
Esa típica vocecilla de Hoseok me provocaba cosquilleos por dentro. Maldecía siempre porque no sabía como carajos conseguía ser demaciado tierno, a tal grado que su aegyo para nada forzado me provocaba diabetes.
Volteé hacia todos los lados posibles asegurándome de que nadie viniese y nos pillara. Me encontré con la vista de Hobi, sus ojos brillaban a pesar de que no había luz y planté un beso en sus suaves labios. Tuve que estirarme un poco ya que es más alto que yo. Una vez que me separé vi sus mejillas totalmente rojas y no me contuve en soltar una sonrisita.
—¡Aigo! Éso fué tan lindo. —llevó ambas manos a sus sonrojadas mejillas.
—No seas tan escandaloso.—caminé unos cuantos metros dejándolo atrás. Se apresuró para caminar a mi lado, ninguno de los decía algo pero no era un silencio incómodo.
Sólo sentí cuando el largo meñique de él se entrelazó con el mío pretendiendo caminar tomados de ésa manera. No pude evitar mirarlo de soslayo, sus pequeños oyuelos se marcaban arriba de las comisuras de su boca con vergüenza, me gustaban.