Molestia

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¿Por qué Malfoy era tan..., Malfoy? ¿No podía ser simplemente Draco, un adolescente normal? No, tenía que ser el estúpido snob pedante y presumido que se había colgado al pecho cada uno de los ideales Malfoy como si hubieran nacido de su propia cabeza. Escuchar a Malfoy era como escuchar una lección aprendida de memoria. Aburrido.

Yo me consideraba a mí mismo una persona irrefrenable, algo que Hermione habría corregido por imprudente y Ron por alocado, así que muchas de mis reflexiones, instintos y acciones acababan siendo un error. Pero al menos eran mis errores, tomados por mis propias decisiones. Era estresante ver a Draco equivocarse por cosas que repetía a partir de los discursos moralistas de su padre. 

Aunque, ¿por qué me estresaba tanto? Porque él me tenía como blanco directo a cada una de sus pullas y lecciones morales, por supuesto. Aun así, lo que él decía me tendría que entrar por un oído y salir por el otro. Bastante tenía con prestarle atención en clases, de forma forzada, a la serpiente pretenciosa de Snape como para preocuparme también por la palabrería sin sentido de un príncipe de la casa de las mazmorras.

Sí, definitivamente tenía que hacer eso. Tomaría ese día, primer día de clases de enero, como un día de cambio. Había tenido todas las vacaciones de Navidad para limpiarme de toda la malicia Malfoy, disfrutando del castillo nevado con Ron. Totalmente renovado, podía salir de la sala común y aferrarme a la idea de hacer caso omiso a sus ataques. Desde hacía tiempo había logrado que las palabras de Dudley no significaran nada para mí, ¿qué podía hacer Malfoy para ser diferente?

Caminé por los pasillos fríos, aquellos que comunicaban de forma abierta con el patio interior, junto con Hermione y Ron. Me sentía extrañamente relajado. ¿Realizado, era la palabra que había usado Hermione el otro día? No me acordaba mucho, la verdad. Estaba demasiado concentrado en mi tarta de melaza.

— ¡Oye, Potter! —me llamó una voz imposible de no reconocer. Me sorprendió la electrizante tensión que me recorrió el cuerpo entero de solo escuchar su voz aflautada y gélida—. Al parecer el nuevo año no ha podido reparar tu cara de idiota.

Récord a la hora de mantener la calma en mi primer día de cambio: 35 minutos. 

Malfoy tenía algo, no sabía bien el qué, que lograba encenderme como nadie más sabía hacerlo, ni siquiera Snape o el insoportable de mi primo. Me giré hacia él, con el ceño fruncido y las palabras ardiéndome en la lengua, la adrenalina quemándome el cuerpo. 

Definitivamente, Malfoy era el ser más irritante del planeta, porque con solo una palabra, con solo verle de soslayo, mi vida se daba completamente la vuelta. 

*  

¡Hola a todos, lindas flores!

¿Llevaba un tiempo sin actualizar aquí o es cosa mía? En fin, ha sido breve, pero tampoco quería hacer una oda de odio a Draco, sobre todo porque no es odio real. Una rivalidad con una atracción muy potente 7u7...

En fin, espero que lo hayáis disfrutado.

Con un beso y un bizcocho, ¡hasta el próximo capítulo!

Con un beso y un bizcocho, ¡hasta el próximo capítulo!

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En algún lugar de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora