Bludger II

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Nada más abrir los ojos, me encontré con su semblante tranquilo, vuelto en mi dirección, hundido en sus sueños. Pude verlo porque la cortina que solía separar las camas de la enfermería no estaban.

Aproveché la silenciosa tranquilidad de la enfermería para apreciar la cálida piel morena, el nido de pájaros oscuro que tenía por pelo y su uniforme rojo y dorado desarreglado. Le habían retirado las protecciones de cuero. Y en ese momento me di cuenta de que a mí también. Probablemente los profesores, al trasladarnos a la enfermería.

Intenté incorporarme pero los efectos secundarios del crece-huesos me acalambraron el hombro y el brazo izquierdo, dejándome sin aliento. Preferí quedarme recostado un poco más, esperando que el malestar desapareciera. 

Volví a observar a Potter, que dormía tan pacíficamente que daban ganas de despertarlo de un maleficio. El maldito San Potter... ¿Por qué siempre tenía que actuar como un maldito héroe? ¿No tenía otra cosa que hacer con su vida?

Como si estuviera plasmado en mi mente como una fotografía, pude ver una y otra vez cómo Potter, alarmado, voló en picado en mi búsqueda al ser golpeado por las bludgers y la forma en que me había protegido con su cuerpo cuando su propio vuelo se había visto frustrado. ¿No podía dejarme caer? Haber acabado hecho un guiñapo habría sido mucho más digno que ser protegido de esa manera.

¿Por qué siempre que fijaba la mirada en Potter él estaba metido en alguna clase de lío? Aunque no quisiera reconocerlo, aún podía sentir en la boca del estómago el pánico al ver a Potter ir a por mí, protegiéndome con su propio cuerpo ante la caída. 

Potter se removió en sueños , dejando uno de sus brazos caer con la palma arriba fuera de la cama. Estaba tan cerca que pude delinear con los ojos las líneas de la piel. Emitió un jadeo lastimero, producto del dolor. 

De manera impulsiva, algo que jamás había sido una característica mía pero que Potter parecía saber sacar de mí con excesiva facilidad, estiré mi mano sana hacia la suya y la tomé con cuidado.

—Lo siento—susurré, sintiéndome estremecer al sentir el agradable chispazo al entrar en contacto su piel con la mía. 

 —En ocasiones así se dice gracias —dijo Potter con voz soñolienta, sobresaltándome.

Intenté apartar la mano, pero él la agarró con mayor fuerza, entrelazando nuestros dedos. Abrió los ojos, mostrándome ese precioso color verde indomable que parecía ser único, y me miró con una dulzura que jamás pensé que me dirigiría a mí.

—Gracias—susurré, con el orgullo y la vergüenza impidiéndome alzar la voz.

—Me vale—dijo, estirándose como un gato, pero sin liberar mi mano—, Draco.

Y, por poco honorable que resultara, al escuchar mi nombre de sus labios pegué un brinco. Él me observó divertido y en esa sonrisa pude apreciar que algo realmente había cambiado. Quizás había sido el golpe en la cabeza... Aunque eso no explicaría por qué mi corazón latía totalmente desenfrenado. Quizás algo de verdad había cambiado, no solo en él, sino en mí.    

En algún lugar de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora