Sediento.

Miradas.

Pov_vampiro

La noche era triste y sola como había sido ya por los pasados miles de años, por el día esconderme de las materiales bestias humanas, por la noche cazar uno, tal vez dos ciervos.

La forma en la que la gente había olvidado el miedo provocado por mis antecesores vampíricos, me llenaba de un sabor amargo en la boca, aunque, ¿Qué sabría yo?

Me senté otra noche más sobre una rama de un árbol de pino en un bosque hermoso y grande, mas tanto tiempo paseando por el mismo, quitaba lo interesante a este, pues lo conocía mejor que a mí mismo.

Mis ojos brillantes de color rojo, eran la única señal lumínica en todo el bosque, o al menos, a muchos kilómetros a la redonda.

— Ah~hh. —.

Di un roto suspiro haciendo que mi frío aliento se mezclara con la atmósfera, provocándole tristeza a la noche, pues mi interior se sentía vacío, al rededor de mí solo había vacío.

A lo lejos, en realidad, no tan lejos, mis oídos pudieron alcanzar a divisar las pisadas de algo aproximándose.

_Al menos me llevaré una buena cena_.

Mi mente supuso.

Aquellas pisadas sonaban intensas y pesadas, no se trataba de un pequeño conejo o una ardilla. Tal vez un ciervo de buen tamaño alegraría mi noche.

Dejé que mis ojos brillantes guiaran a lo que suponía era un animal, y para cuando el mismo llegó, pasé desapercibido hacia la punta del pino en el que estaba, provocando que la luz no de viera más.

Me había sentado a esperar a que el ciervo reposara un rato en aquél lugar...

_¿Desperdició de tiempo? ¡Hey!, este es un buen árb..._.

Escuché al ciervo hablando, ¿acaso mi edad me hacía alucinar? Al parecer, simplemente se trataba de un humano, pero ¿que rayos haría un humano aquí?

La rama se desprendió del pino, cayendo al piso con fuerza, cayendo yo junto a esta, más me pude esconder rápidamente detrás de arbustos cercanos al humano.

Esa bestia, ¿qué no piensa ni un poco? Mirando de donde cae, ¿que ganaría?

Me moví un poco detrás de los arbustos, entre hojas secas, provocando sonidos que para las bestias humanas resultaban causantes de miedo.

¿Qué más da? Estoy sediento.

Me acerqué al cuello de esa bestia, respirando aire frío en él. Pude sentir su tensión, esto era tan satisfactorio. Todo su miedo y era solo para un ejemplar, yo.

La bestia humana decidió voltear su cabeza hacia mí, y por alguna razón, mi cabeza roto hacia este.

Él se petrificó mirando mis ojos rojos carmín, y yo mirando los suyos que, eran más azules que la noche misma.

Lo que había comenzado en una noche de cacería, había terminado en, una mirada profunda clavada en nuestros ojos.