Calidez.

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Pov_Vampiro

Sentí su suave mano acariciando mi rostro, con un afecto que no había sentido antes. Sus pequeños deditos rozaban mi mejilla y con las yemas de los mismos podía sentir un pequeño cosquilleo.

El ser humano que segundos antes había acariciado mi cara, había caído inconsciente sobre mi hombro, este adorable ser viviente era ligero para mí como para ti lo es un pequeño cachorro.

~Para ser sincero, estaba en una especie de shok, pero, un shock bueno.~

_¿Qué se supone que haga ahora?_.

Estaba realmente sediento, hace unas dieciocho horas que no bebía una cantidad respetable de sangre, pero creo que mi conciencia se mantendría sucia por un tiempo si bebía la sangre de esa persona. Por lo tanto, le alcé en mis brazos, tal y como a una princesa para luego ir volando a la velocidad del sonido a mi hogar, el cual era una mansión gigantesca, llena de cuartos y pasadizos secretos que solo yo conocía. ¿Qué? ¿Acaso esperaban una cueva? Soy un vampiro con clase.

Una vez dentro de mi gran mansión, llevé al humano a una habitación en la que se podía ver una cama grande, con una tela que le cubría los lados, dándole toques de elegancia. Habían unos cuantos inmuebles, como por ejemplo, un tocador con espejo. El cual, bien no usaba puesto a que no podía verme en él. 

Le dejé encima de la cama, haciendo que su cálido cuerpo abandonara el mío. Este arrugaba las mantas finas, llenas de plumas mientras descansaba allí.

_¿Eso es todo?_.

Pero si mal no recordaba, por alguna razón los humanos tenían una obsesión con eso de capturar y matar vampiros, asustándoles con dientes de ajo y clavándoles una estaca de madera justo en donde el corazón se hallase. Por lo tanto decidí amarrar sus brazos al espaldar de la cama, como si de un prisionero se tratase. Levantando sus brazos y llevándolos de la mano, para que estos quedaran en la misma posición que haces cuando te estiras, y una vez así, amarré sus muñecas como mencionado ya, al espaldar de esa hermosa cama.

Después de que todas estas cosas extrañas hicieran que mi día fuera lo más raro en unos 100 años, vi que por alguna razón el cuarto comenzaba a iluminarse con una mortífera luz matinal. Hoy había roto la rutina sin si quiera pensármelo dos veces.

Procedí corriendo a cerrar las cortinas del cuarto, pues como el mismo estaba sin uso alguno, esas cortinas permanecían abiertas.

Era horriblemente caliente, el cuarto se llenó de aire tibio, sintiendo el ambiente pesado, y, al cerrar las cortinas, el ser humano parecía dar señales de que despertaba.

Quien había amarrado en una cama de la habitación desocupada de mi mansión había despertado, su raza conocida por asesinar cruel y fríamente a los míos.

— ¿Mhh? —.

Escuché una señal de vida proveniente de eso.

— ¿Qué?.. —.

Sediento. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora