DESORDEN.

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El universo, infinito y misterioso, alberga secretos insondables que permanecerán ocultos en la vastedad del cosmos. Galaxias, planetas y civilizaciones inexploradas se desvanecen en la inmensidad del espacio, mientras estrellas y constelaciones aguardan nombres que nunca serán pronunciados. Pero en medio de esta vasta eternidad, un pequeño punto azul destaca... la Tierra, con sus propios enigmas y misterios sin resolver.

Entre todas las incógnitas que habitan en nuestro planeta, hay uno que sobresale por su enigma insuperable: el ser humano.

Criaturas llenas de complejidad y contradicciones, que han creado universos completos en sus mentes, cada uno singular y único, dando veracidad a la expresión "Cada cabeza es un mundo diferente".

Imagina este instante, un torrente de vidas en constante movimiento, tejiendo la trama de la existencia con hilos entrelazados de acciones, casualidades y coincidencias. En un sin fin de emociones, algunos se entregan al amor eterno, mientras otros sufren desgarros de despedidas. Ascensos y despidos marcan destinos laborales, mientras que el arte, la literatura y el espectáculo inundan el escenario de la vida cotidiana. La diversidad de experiencias parece infinita, como las estrellas en el firmamento.

Sin embargo, entre todas esas historias, hay quienes eligen la soledad de sus apartamentos, donde la melancolía se entrelaza con las notas melódicas de una canción de Mac Demarco. En ese rincón solitario, habita un joven enigmático y peculiar: Jonathan Harmon.

El chico tenía veintitrés años, con una apariencia atractiva y un talento innato. Sus rasgos faciales evocaban la elegancia distintiva, tenía ojos profundos y penetrantes, de un azul intenso, que recordaban a los de Cillian Murphy en la pantalla. El cabello oscuro, peinado con un toque de desenfado, añadía a su semblante una sensación de carisma similar a la del actor. Aunque su apariencia sugería la posibilidad de estar disfrutando una noche animada, había preferido aislarse en su apartamento, sumergido en un océano de soledad e indiferencia..

Sentado en medio de su sala, con las fotografías familiares esparcidas a su alrededor, se dió cuenta de que llevaba más de una hora recortando su rostro de las imágenes. El alcohol y las drogas nublaban su mente, llevándolo de la tristeza a una profunda depresión, y finalmente, a una sensación desgarradora de vacío.

Dejando las fotos recortadas en el suelo, se tambaleó hacia la cocina, sintiendo los efectos del alcohol y de todas las sustancias que había consumido como si se tratase de un cóctel. Allí, tomó una bolsa de papel del supermercado para luego meter su cabeza en esta. Encontró un marcador y un cuchillo afilado que solía usar para cortar carne, el cual escondió en el bolsillo de sus pantalones. Con un trazo tembloroso, dibujó una sonrisa en la bolsa y luego hizo dos agujeros rudimentarios, lo suficientemente grandes para poder ver a través de ellos.

Tropezando varias veces en el camino hacia el baño debido a la limitada visión que los agujeros de la bolsa le ofrecían, finalmente llegó a su destino.

Se observó en el espejo y con el marcador escribió "Jon quiere morir", en él.

"Another One" comenzó a resonar con una melancolía abrumadora, como si la canción misma susurrara los secretos más profundos de Jonathan. Una avalancha de emociones invadió su ser y las lágrimas brotaron sin control. La voz de Mac Demarco era una compañía dolorosa y, al mismo tiempo, reconfortante en medio de la desesperación.

Jonathan se sintió desorientado, perdido en un mar de emociones desordenadas. La realidad y la fantasía se confundían, y la angustia lo envolvía en una nube sombría. Pero había algo claro en medio del caos, una inexplicable necesidad de escapar de todo. Quería liberarse del peso de la vida, sentir la calma de la nada.

Se dejó caer al suelo, abrumado por el calor de la bolsa de papel sobre su cabeza. La música parecía penetrar en su alma, acentuando su vulnerabilidad. Sin pensarlo dos veces, agarró el cuchillo que yacía en su bolsillo, y en un instante impulsivo, cortó las venas de su muñeca derecha. El dolor se mezcló con sus lágrimas, llevando consigo una extraña sensación de alivio.

Sin detenerse, repitió el acto en su muñeca izquierda, sintiendo cómo la sangre escapaba, llevándose consigo la angustia que lo había consumido.

El baño se sumió en un silencio inquietante, solo roto por el sonido amortiguado de la música y la sangre que goteaba. Jonathan se desvaneció en un profundo letargo, una pausa en su lucha interna.

En esa escena dantesca, con la música de fondo como un eco melancólico, Jonathan Harmon se sumergió en una oscuridad sin límites, dejando atrás la realidad y la complejidad de su vida.

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