DISCORDIA

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Michelle se encontraba sentada en una silla en la sala de espera del hospital, su mente divagaba entre las preocupaciones que habían llenado su día. La noticia de que Adrian estaría en el hospital durante varios días había sacudido su mundo, y aunque su corazón estaba lleno de preocupación por él, también experimentaba una sensación inesperada de alivio.

El hambre la atormentaba, pero en medio de la tensión y el caos del hospital, parecía que nadie notaba su falta de apetito. Nadie la miraba con ojos inquisitivos ni le recordaba la importancia de comer adecuadamente. La preocupación general estaba enfocada en Adrian y su lucha por recuperarse, lo que temporalmente la liberaba de la presión constante que rodeaba su relación con la comida.

En los primeros días, Michelle permaneció al lado de Adrian en su habitación. Le sostenía la mano, le hablaba con cariño y le ofrecía apoyo emocional mientras él luchaba por recuperar la salud. Sus sentimientos de preocupación por él se intensificaban cada día, pero al mismo tiempo, experimentaba una extraña sensación de alivio por su propia situación.

Era una paradoja emocional que Michelle apenas podía entender. Se sentía atrapada en un conflicto interno, por un lado deseaba la recuperación de Adrian, pero por otro lado, encontraba un extraño respiro en la oportunidad de no comer en absoluto por estar cuidándolo a él.

Estaba consciente de que cuando saliera del hospital, todo volvería a la normalidad y tendría que seguir vomitando, inventando excusas para no comer y hacer ejercicio excesivo para bajar de peso. Era una lucha constante entre el amor y la autodestrucción que la atormentaba día tras día.

La confusión no se limitaba solo a su relación con la comida y la situación en el hospital. Michelle también se sentía abrumada por la complejidad de las relaciones interpersonales que la rodeaban. Jonathan había intentado besarla y eso la había dejado perpleja y un poco incómoda.

Jonathan era uno de los mejores amigos de Adrian, y también estaba consciente de los sentimientos que Sandra tenía por Jonathan. Se sentía atrapada en un enredo de emociones y relaciones que parecían fuera de lugar y extremadamente complicadas.

Michelle había sentido la necesidad de hablar con Jonathan sobre lo que había sucedido en su apartamento para aclarar las cosas. Sin embargo, Jonathan había estado extremadamente distante últimamente.

Sus intentos de comunicarse con él habían resultado infructuosos. Las llamadas telefónicas no eran contestadas y los mensajes quedaban sin respuesta. Michelle sabía que Jonathan estaba pasando por un período de intensa dedicación a sus estudios, pero la distancia que había puesto entre ellos era desconcertante y parecía que lo estaba haciendo adrede.

Incluso cuando consideró visitarlo en su apartamento para hablar cara a cara, sintió que eso podría complicar aún más las cosas. Había una parte de ella que temía que su presencia pudiera malinterpretarse y causar más confusión en una situación que ya era lo suficientemente complicada. Pero una cosa tenía clara: nadie podía saber lo que Jonathan había intentado hacer. Mantener esa experiencia en secreto era esencial para preservar las relaciones que la rodeaban, y para proteger a Jonathan de cualquier malentendido o consecuencia embarazosa.

Se esforzaba por convencerse a sí misma de que quizás tenía parte de la culpa en la confusión que había surgido entre ellos. Es decir, ella lo abrazó sin su consentimiento cuando él estaba envuelto en una toalla que lo cubría de la cintura para abajo. Tal vez eso había generado una señal confusa para él.

La sensación de culpabilidad la perseguía. A pesar de que su intención había sido simplemente ofrecer apoyo emocional a un amigo, se preguntaba si había interpretado mal la situación. Quizás su acción había enviado un mensaje equivocado, y eso había llevado a la confusión en la que se encontraban ahora.

PERDONA EL DESORDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora