1° SÁBADO.

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-¿Qué tanto observas ahora Nari? –Pregunté acomodando mis gafas.

-¿Cuándo dejaste de arreglarte? –Preguntó con el ceño fruncido disgustada.

-(Suspiro)

-Cierto. CIERTO. Lo siento Haru. –Dijo avergonzada.

-Contigo es más difícil superarlo, ¿sabes? –Moví el carrito de compras.

-Ya pasaron 3 meses desde la roptura y no quiero ser cruel pero, Joon ya tiene otra chica.

-Gracias Nari, ¿me pasas el cloro?

-Sólo digo que vestida así no atraerás a ningún chico. –Dijo alcanzándome el bote.

-No deseo hacerlo, la universidad me tiene bastante ocupada.

-Como digas Haru. Iré por la barra de pan, ya vuelvo.

Seguí caminando con los pies en rastra y me dirigí a los refrigeradores para tomar la leche. Al cerrar la puerta me vi en el reflejo. Ese peinado mal hecho, esos anteojos con los dedos marcados en los cristales, el suéter aguado gris y viejo...

Cierto que dejé de cuidarme. Di un par de pasos más y me dirigí hacia las nieves. En la parte más alta se encontraba la de galletas con crema. Subí a un borde pero no alcanzaba el bote, mientras tanto el viento frío iba directo a mi rostro y pecho como es normal que suceda.

Di un saltillo y con la punta de mis dedos jalé el litro de nieve, el cual cayó en mi rostro. Fruncí el ceño con dolor.

-Auch. –Dijo una voz masculina. -¿Estás bien?

Mis anteojos habían caído, no es que esté ciega pero ese brusco cambio le hizo una mala jugada a mi vista.

-Toma. –Dijo el chico entregándome los anteojos.

-Gracias. –Dije haciendo media reverencia.

-Oh. Eso es mucha azúcar, ¿tienes muchos niños en casa? –Preguntó viendo mi carrito.

El chico era bastante atractivo que me avergonzó admitir que toda esa porquería la compraba para pasar un buen fin de semana sola junto a mis doramas y mi almohada de Hyun Bin.

Mordí mi pulgar.

- Una niña en especial.

-Ah, ¿son sobornos? También tengo uno en casa.

-Algo así, la mantienen tranquila un rato (reí consciente de lo que decía).

-Entiendo (ríe).

-Eres muy joven para...

-Oh, nono. Hermano menor. Pero sólo los fines de semana le permito comer estas cosas. –Se sonríe. -¿Qué me dices de ti? ¿También es tu hermana la revoltosa?

De nuevo mordí mi pulgar nerviosa y miré al suelo.

-A veces cuido niños. Como los fines de semana...

-Aaah, ¿niñera? Ahora entiendo por qué tanta golosina.

-Ajaj..ja..ja.

-Suerte con los pequeños. No les des tanta azúcar podrían explotar en cualquier momento. –Peló sus ojos.

-Mm. –Sonreí.

-O darles diabetes, mejor ten cuidado con eso. Hasta luego.

El joven desapareció. Recargaba sus brazos con camisa azul arremangada en el carrito y caminaba un poco encorvado, mis manos ya se mojaban por el hielo del bote derritiéndose.

-Haru. Haru. ¡HEY!

-¡Cielos!

-Oye, no encontré del que buscabas pero... ¿Por qué tienes cara de tonta? ¿Qué te ocurre?

-Acabo de ver un ángel.

-Ya deja las drogas.

De compras con él | Junhui Donde viven las historias. Descúbrelo ahora