Parte 3

80 1 2
                                    

Son las 5:05 p.m.


No puedo dejar de ver el reloj. Estoy desesperado. ¿De verdad te veré de nuevo?
¿Por qué mi corazón late tan deprisa? ¿Estoy buscando acaso revivir viejos recuerdos? ¡Maldita sea! ¿Por qué tuviste que irte?

Debo distraerme... ¿Es esto una obsesión? ¡YA! ¡SUFICIENTE!. Creo que lo mejor es contarte sobre otro recuerdo. Nuestra "primera cita".

Es gracioso, pero parecía ser que ese verano había llovido más que en otros años, por ende las calles estaban siempre mojadas. Ese clima nos fascinaba a ambos, aunque a ti te generaba cierta molestia el tener que cargar con abrigos por la baja temperatura derivada de la humedad y tu alta sensibilidad en la piel. Tenías cosquillas con facilidad, eso era muy divertido.

Aquél día, el primer fin de semana de septiembre, las nubes nos habían acompañado también. Eran esas lloviznas previas al otoño, pequeñas gotas en cantidad excesiva, que no mojaban lo suficiente. Habíamos quedado de vernos nuevamente en un punto medio, las distancias seguían siendo mortales y, para ser relativamente temprano (creo eran las 2:00 p.m.) hacia bastante frío. Llevábamos una semana como novios oficialmente.

Esta vez, decidimos vernos no en el tren, sino en una plaza cercana. ¿El plan? Ir por un café. Decidiste tú en esta ocasión, ya que mi "lugar más elegante de la ciudad" había sido una completa tontería a mi parecer, dejé que tú tomaras las riendas. Tardaste mucho en decidirte. Pero finalmente, recurriste a uno de tus gustos más grandes: la bebida generada por las semillas tostadas y molidas del cafeto.

Llegué temprano, como siempre. Detesto que la gente llegue tarde o yo hacerlo. Tomé un tiempo cómodo por cualquier eventualidad y estuve ahí cerca de 20 minutos antes de lo acordado; dicho esto, me fui a dar una vuelta a puestos cercanos en la enorme plaza. Ropa, comida, perfumes, artículos del hogar, todo con una tinta discriminatoria que me daba asco pero me atraía a la vez. No había una librería, eso me molestaba un poco y en mi necesidad por entretenerme al esperar a que llegaras (tomando en cuenta que podrías llegar hasta 30 minutos después de la hora pactada), además de prender mi reproductor y colocar mis audífonos, recurrí a un puesto de revistas.

Ese día no paraba de ver el reloj, cada minuto parecía una eternidad. Temía por ti, que te pasara algo, que no pudieras contactarme; creo estaba loco.

A los 5 minutos después de la hora acordada, alguien me besó en la mejilla sorpresivamente en lo que leía un cómic de superhéroes. Eras tú. Mi primera reacción fue quitarme los audífonos en los que sonaba una lista de reproducción de "Keane" y darte de inmediato un abrazo, vi tus ojos y te besé directamente en los labios. Esa mañana me había puesto una loción que compré específicamente para ti, te agradaba a pesar del nombre tan raro que ostentaba: "2012" o algo por el estilo. Lo notaste y eso me hizo feliz.

Nos tomamos de la mano y me llevaste hacia tu "sitio de café favorito". Era afuera de la plaza. Curiosamente, era un restaurante-buffet de comida china. Todo estaba pintado de los colores de la bandera china, ese rojo tan penetrante y el dorado en los bordes, con diseños claramente orientales, estatuas de dragones y leones dorados. Era gracioso, aunque me extrañó que en un sitio como tal vendieran café, pero decías que era de lo mejor que habías probado.

En el restaurante sonaba una especie de música lounge con toques asiáticos. Era japonesa. Nos atendió un mesero un poco distraído, parecía estar mirando a otra cliente en un abrigo que llevaba ya 3 tazas consumidas. Se notaba el amor en el aire, pero el nuestro resaltaba sobre el resto.

Por un momento dejé toda mi inspección del local y me enfoqué en ti: Bebías felizmente tu café americano, con bastante azúcar, un poco caliente para mi gusto. Sinceramente, no sobresalía ese café de muchos que hubiera probado antes en cuanto a sabor, pero contigo al frente, se volvió el mejor café del mundo.; al terminar de sorber un trago, sonreías y tus mejillas se sonrojaban. Tu altura parecía desvanecerse en esas sillas estilo oriental, te "derretías" siempre al tomar cosas calientes con un ambiente frío. Supongo por eso te gustaba tanto ese sitio. Mis ojos no se movieron de ti, cada movimiento, tus sonrisas. Recuerdo todo perfectamente.

Ese día nos atascamos de comida, ambos teníamos la manía de comer hasta reventar en los buffets. Entre comida asiática (mayormente japonesa de nuevo) y platos internacionales, mostramos nuestro lado salvaje y reímos mucho, nos robamos comida del plato. Fue increíble, pero parecía ser perfecto.

Al terminar ambos con el doble del peso con el que entramos al local, decidimos sentarnos y pedir otro café caliente. Hablamos mientras llovía afuera: tus padres, lo feliz que estabas y nuestros planes a corto plazo. La música cambió en ese momento. Entonaron "Las Mañanitas" y los meseros se reunieron alrededor de nuestra mesa. Sabías que mi cumpleaños había pasado hace unos días pero no lo habíamos festejado. Pensé que no lo haríamos, pero nuevamente me sorprendiste.

Fue incómodo (como a todos los que les cantan), pero tu sonrisa me hizo pintar una en mi cara de oreja a oreja y agradecerte de la única manera en que pude: Te di un beso enorme y un abrazo mientras los meseros aplaudían. Trajeron un pequeño pastel de doble chocolate con una vela encendida. No necesitaba ningún deseo, ya tenía todo lo que necesitaba en ti.

-"Te quiero muchísimo, muchas gracias, eres la mejor", dije.
-"Te mereces esto y más", respondiste.

Me quedé sin palabras. Había sido la primera vez que festejar uno de mis cumpleaños me alegraba; enfermedades, lluvia, peleas siempre resaltaban en ellos. Tu habías roto esa maldición y de la mejor manera. Sólo pude besarte más y más. Nos tomaron una foto abrazados, nuestras sonrisas eran enormes. Podría haber llorado de felicidad. En esa foto resaltaba más nuestra altura, tu 1.75 de altura y mi 1.86 al lado de una fuente llena de plantas pequeñas de metro y medio de altura.

Al momento de regresar, nuevamente me ofrecí a acompañarte. Aceptaste. El viaje de regreso fue muy tranquilo, incluso te dormiste en mi hombro en el tren. Al momento de acercarnos te aferraste a mí. Me dijiste "No te vayas, por favor. No te vayas". Desafortunadamente, tenía que hacerlo.

"Te quiero, perdóname, Kanade", dije. "Te prometo que haré todo lo posible para que nos veamos más seguido".

Te pusiste un poco triste, pero comprendiste. Llegamos a tu casa, tus papás nos recibieron en la puerta. Los saludé, agradecieron que te llevara, me despedí a pesar de las invitaciones a pasar pues debía recorrer un largo camino, claro no sin antes despedirme de ti con un enorme abrazo y un rápido beso entre tus labios y mejillas.

De regreso me sentí mal por no haber podido acompañarte, pero me enfoqué en llegar para hablar contigo.
Cuando finalmente llegué ya te habías dormido, así que te dejé un mensaje plagado de agradecimientos y amor, como de costumbre, pero esta vez un poco más largo.

Me fui a dormir y recuerdo haber soltado un par de lágrimas pensando en lo feliz que me acababa de volver. Mi vida aburrida comenzaba a tener sentido, todo gracias a ti. Eras mi motor.

Esa noche soñé contigo. Un sueño bizarro acerca de "doppelgangers" nuestros y una boda muy particular. Te contaré ese sueño luego.


Debo enfocarme en llegar a verte. ¿Esto es real? ¿Qué es lo que sientes, Kanade? ¿Por qué verme tan prontamente luego de que desapareciste por tanto? ¿Por qué abrir una herida de por sí fresca?
Tengo que saberlo, todo.

5:10 p.m.
Casi llego.  

FantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora